Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


La verdad: De Hannah Arendt a Alonso Quijano

18/11/2021

De casualidad, en una revista encuentro una reseña con referencia a Hannah Arendt, y más concretamente a su 'Verdad y mentira en la política'. Me intereso y compruebo que Hannah Arendt escribió mucho y muy bien sobre la responsabilidad política y sobre el totalitarismo. «Lo que parece más inquietante es que las verdades factuales incómodas, si bien se toleran en los países libres, son a menudo transformadas, de forma consciente o inconsciente, en opiniones».
Después de leer a Hannah Arendt, tenemos más claro que la mentira como acción política es capaz de falsear una realidad objetiva constatada y conocida por todos y convertirla en un ideario de opinión política. Dice Arendt que el embustero es un hombre de acción y reconoce su propio terreno en el campo de la pluralidad política, mientras que el hombre veraz nunca, o casi nunca, pretende cambiar el mundo sino simplemente decir lo que es y aceptarlo tal cual es.
Tal vez sea ese el motivo por el que la democracia está siempre en peligro. Por la acción y el gobierno de los que actúan políticamente, que siempre son los mentirosos, y por la pérdida de la imparcialidad por parte de los hombres veraces cuando entran en el campo de la política y toman partido, pasando así inmediatamente a engrosar el número de los mentirosos.
Y de ahí, sin ir más lejos, el populismo y el nacionalismo nos conducen mediante engaño a una interesada polarización identitaria, aunque disimulada y maqueada, de ideologías extremistas antidemocráticas. Todo gracias a que la democracia es débil precisamente por ser democracia, por los propios valores occidentales intrínsecos que la sustentan. Porque la verdad, para serlo, ha de ser objetiva y firme. Sin verdad no hay democracia.
Y esa transformación de la verdad, esa destrucción de la realidad común, compartida y constatada, la consiguen los mentirosos mediante una estructura bien organizada que actúa metódicamente, día a día, a través de la intervención violenta y agresiva de los medios de comunicación, consiguiendo el autoengaño colectivo de la sociedad, que da por bueno y verdadero lo que sabe a ciencia cierta que es falso y distorsionado.
A ver si esto de la verdad y la veracidad va a ser una cosa de locos. Por suerte, la realidad de la falacia descrita choca de plano con el planteamiento ético en la locura de Don Quijote de la Mancha, donde Cervantes establece claramente la diferencia radical entre la mentira y la fantasía. La verdad a ultranza de Alonso Quijano, la sinceridad propia del oficio de caballero andante se vincula siempre a los valores del honor, el valor y la cortesía: «Yo agradezco tu buena intención, amigo Sancho [...]; más quiérote hacer sabidor de que todas estas cosas que hago no son de burlas, sino muy de veras [...] Ansí que mis calabazadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleven nada del sofístico ni del fantástico».