Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


La pandemia política

06/10/2020

Las tremendas consecuencias de esta pandemia, que nos sigue asolando y sin fecha de término, han dejado a la vista todos los costurones de una clase política que, salvo contadas excepciones, se merece un muy deficiente. Lo de haber hecho coincidir el peor momento imaginado   -que lo es- con los peores políticos de nuestra Historia -que lo son- es algo sumamente maquiavélico. Y perdonen las redundancias. Sin duda estamos asistiendo a un espectáculo lamentable que no nos merecemos; aunque -como dicen algunos- ahora toca disfrutar de lo votado. Nunca pudimos imaginar que nuestros elegidos por la gloria en las urnas iban a dar lo peor de sí mismos mientras sufrimos una pesadilla de la que, aún, no sabemos ni cuándo, ni cómo, vamos a despertar. Estamos perfectamente de acuerdo en que en la gestión de un problema, de esta ingente categoría, hay cosas que se hacen bien y otras mal. Podemos llegar a tolerar que muchas de ellas se hayan hecho fatal. Pero lo que no es de recibo es descubrir que muchos de nuestros políticos, no es que hayan puesto por delante a la política por encima de la salud de todos, es que lo que han hecho ha sido priorizar sus propios intereses personales por encima de los de ese pueblo al que representan y deben servir, además de defender. Y hete aquí una de las claves a la hora de intentar entender qué es lo que les ha podido pasar para desatender que los hemos votado por su presunta vocación de servicio público. Hace tiempo que los gobernantes se olvidaron de que lo son para trabajar en la mejora de nuestra realidad. Es su obligación, sin más. Y si no son capaces de ello -porque están más pendientes de otros menesteres o aficiones menos edificantes- deben de irse para nunca volver. La realidad es que España ya no se cree a sus políticos. Y los soportamos como si de otra pandemia se tratara. Todo esto deberá de notarse en unas urnas que, hoy más que nunca, se nos antojan lejanísimas.