Pilar Gómez

MIS RAZONES

Pilar Gómez


Gibraltar y el franquismo

04/01/2021

La anómala izquierda que padecemos convirtió ya hace tiempo el legítimo reclamo sobre Gibraltar en una especie de pataleta franquista, como también hicieron con el uso de la bandera, el himno y hasta la lengua. Para esas posiciones retrógradas y sectarias, todo lo que no sea pactar con Bildu y con el separatismo catalán es puro franquismo.

No cabe por tanto llevarse sorpresa alguna sobre lo acontecido con el 'preacuerdo sobre el Peñón' suscrito en las horas previas a la entrada en vigor del Brexit. Un ridículo diplomático sin apenas precedentes (el ministro Moratinos también patinó en su día), una entrega sin condiciones a los planteamientos de los caciques gibraltareños y, de paso, a la posición del propio Gobierno británico.

El resultado de este insospechado cambalache se traduce en un desarme sin condiciones a la histórica reclamación española sobre la última colonia que aún sobrevive en pleno territorio europeo. La ministra Arancha González Laya, lejos de estar a la altura, ha demostrado un absoluto desconocimiento, falta de experiencia y ausencia de perfil alguno para dirigir nuestra diplomacia. Ha aceptado derribar la Verja que separa ambos territorios y que levantó, no se olvide, el Reino Unido a principios del siglo pasado, a cambio de nada. A cambio, mejor dicho, de evitarse problemas en la movilidad de los miles de ciudadanos españoles que han de desplazarse cotidianamente al Peñón. Asunto loable pero muy mal manejado por nuestros negociadores.

El Gobierno español ha aceptado que Gibraltar se incorpore al espacio europeo sin reclamar la vigilancia de la frontera en puerto y aeropuerto por parte de efectivos nacionales. Serán la policía europea de Fortex quienes asuman este cometido. Más disparatado resulta aún que, a cambio de ceder en la Verja, el ejecutivo de Sánchez no colocara sobre la mesa, en reciprocidad razonable,  condiciones para acabar con los privilegios fiscales de la colonia, que la convierten en uno de los paraísos de la opacidad financiera de todo el Continente, y, desde luego, le concede ventajas superlativas sobre la zona española colindante, que permanecerá condenada a competir en plano de absoluta inferioridad con el Peñón y, por lo tanto, a ejercer para los restos en mano de obra barata para los 'llanitos'.

A fin de consumar el enorme disparate, España no ha amagado siquiera con poner sobre la mesa la reclamación de cosoberanía sobre el Peñón. Era la gran oportunidad. Londres, urgido por el Brexit, estaría acorralado ante una posición firme de España, que tan solo debería haber pisado el acelerador de la posición negociadora que ha venido defendiendo durante años. Laya ha entregado esta baza sin conseguir nada a cambio más que evitarse líos. ‘Zona de prosperidad compartida’, lo llama nuestra ministra de Exteriores a lo que ha sido un acto de humillante entrega en toda regla. La diplomacia española hace aguas. Como todo lo que rodea a La Moncloa, un Gobierno inútil en la gestión y obsesionado por la propaganda.