Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Parafilias

09/04/2021

Acabo de consultar una lista de parafilias, que como sabrán son inclinaciones sexuales insólitas que suponen un trastorno para la persona que las experimenta. Esto significa que si alguien vive una sexualidad sana y no traumática frotándose los genitales con esparto, lo mejor es dejarlo en paz. Entre las parafilias curiosas que he encontrado está la misofilia, que no consiste en excitarse yendo a misa, sino ensuciándose con tierra o con barro. La cataterofilia es la excitación por la inserción de un catéter, y suelen padecerla personas obsesionadas por emparejarse con un urólogo. En cuanto a la apotemnofilia, quizás una de las inclinaciones parafílicas más extremas que he encontrado, consiste en la excitación por la amputación de miembros del cuerpo, y tiene el inconveniente de que solo se puede practicar cuatro veces. Esto de indagar sobre parafilias no lo hago por identificar la mía, sino por motivos meramente pedagógicos. Se me ha ocurrido salpimentar el taller literario que imparto pidiéndoles a los alumnos que escriban sobre el tema, es decir, imaginando un personaje que viva la sexualidad de un modo poco convencional. Ellos pretextan que no son capaces de ponerse en el lugar de un trastornado de este tipo, pero yo les insisto: «Todos llevamos un infierno en nuestro interior. Solo hay que escarbar un poco para sacarlo a la superficie». Lo único que espero es que no le encuentren el gustillo al asunto, como aquel psiquiatra de la película de Woody Allen. ¿Se acuerdan? El psiquiatra (Gene Wilder) acepta como paciente a un pastor obsesionado con una oveja, con el resultado de que acaba enamorándose de la oveja de marras y fugándose con ella. Conviene que los escritores nos asomemos al abismo de vez en cuando, pero con cuidado de agarrarnos bien a la barandilla. Como señaló el filósofo Nietzsche, «cuando miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti».