Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


La hegemonía del basurero

20/01/2023

Nuevos especímenes y familias han aflorado y aparecen como hegemónicos en el ecosistema mediático. Se caracterizan por haber abandonado bosques y dehesas informativas y tener ahora como hábitat endémico, y casi exclusivo, las salas de maquillaje, los platos de cacareo y las bañas de fango.
Nublan los cielos las crecientes bandadas de vocingleros papagayos tertulianos que se alimentan, degluten y evacuan el pienso procesado que les suministran generosamente en sus comederos sus atentos cuidadores; retozan en cercados orwellianos lustrosos suidos trasmutados en napoleones, que imparten doctrina cual Sénecas y Aristóteles jaleados por exuberantes y aceitadas opinatrices que hacen los coros y llenan de color el escenario y se han reciclado en novísimos redentores de la humanidad o de la patria, según facciones, los arcaicos 'brazos de madera' de extremidades superiores siempre levantadas, inferiores siempre predispuestas a las coces y consigna grabada a fuego en la frente.
Proclaman que es la 'nueva comunicación', pero en realidad son la propaganda, la mentira, ahora bautizada como 'fake news' para que no suene a lo cochina que es, y la zafiedad y exhibicionismo más obsceno y autoladatorio de las parvas que la componen. Y que pretenden que los tomemos por referentes y espejos en quienes debe mirarse e imitar la sociedad.
Tristemente y, en buena medida, lo están logrando. La paja que se nos sirve de la mañana a la noche a quienes nos consideran de inicio asnos y que, ciertamente, de tratarnos de continuo como tal, no son pocos quienes terminan por acabar considerando a la mierda emplatada que les ofrecen como el más exquisito manjar.
Estas son las faunas que han proliferado y que hoy son quienes influyen y marcan tendencia y opinión, o al menos eso pretenden, por inundación. Negarse a participar en su espectáculo, que obliga al acatamiento sumiso de sus cuerpos doctrinales y sus imposiciones sectarias, conlleva el riesgo cierto de exilio y exclusión. Pero fuera, se lo aseguro, hay vida y mucho más limpia y digna que en esos cenagales.
Porque luego, aparte y aunque cada en cada vez mayor peligro de extinción, están los periodistas. Lo de antes, de ahora y de mañana. Aquellos de observar y pisar las calles, de escuchar a las gentes, de nutrirse de hechos y datos, de tener memoria de precedentes, comparar actitudes y testar resultados. Los que lo siguen siendo, aunque sean excluidos o se excluyan ellos mismos por higiene, en estos circuitos donde son cada vez más minoritarios y tratados como desperdicios desechables.
Menos mal que algunos no se dejan. Son en verdad unos valientes, porque nunca se ha estado tan expuesto e indefenso a la pedrada, el escupitajo, el insulto, la calumnia y el linchamiento continuo como ahora que puede ser impunemente practicado en ese estercolero de las redes donde la cobardía del anónimo y la impunidad emboscada se jalean como seña de pertenencia e identidad y ejemplo de valores y progreso de futuro. A ellos mi mayor respeto. A los otros, los seguiré llamando, aunque ahora no haya quien se atreva a decírselo, como siempre se les llamó y definió: Telebasura. Una 'fórmula' que ha ido extendiéndose y anegando hasta el último rincón y de la que ya no se salva ningún sector.
Es algo que los profesionales de la comunicación deberían plantearse seriamente como la peor amenaza para un futuro que ya es cada vez más presente. El revoltijo, la confusión y el descrédito absoluto como final.