Unos cuantos youtubers dicen que se van a Andorra y hay quien cree haber encontrado la prueba definitiva de que la juventud está sumida en la peor crisis moral desde la caída del Imperio Romano. Los youtubers se van a Andorra, sí, pero después de que lo hicieran los deportistas que se envuelven en banderas, después de los actores, después de la Banca Privada de Andorra, de las cuentas en Suiza, de los Papeles de Panamá, de las multinacionales tributando en Irlanda, en Delaware o las Caymán. Cómo le vamos a pedir a un chaval de 19 años que sea más generoso que Google.
Se podría incluso argumentar a su favor porque, a diferencia Juan Carlos I, muchos de los youtubers que se van a Andorra tienen más intereses fuera de España que dentro. Pero tampoco es cuestión de defenderlos porque lo de irse a Andorra está feo en cualquier contexto, además de ser un tema de mal gusto. Lo que no puede ser es un problema generacional, ni siquiera un problema estrictamente cultural. La única novedad cronológica en todo esto es que hay mucha gente que se indigna por ello, en lugar de envidiarlo. O que por lo menos se indigna en público y lo envidia en privado, que ya es un primer paso.
En realidad yo no sé nada de youtubers, no conozco a ninguno en persona, no he visto nunca un vídeo completo y las pocas veces que lo he hecho me he sentido básicamente aturdido. Arrastran millones de seguidores haciendo cosas tan incomprensibles para quienes no entendemos las reglas como las que pueden hacer los futbolistas en el terreno de juego. Luego tributan donde mejor les viene y quienes no lo hacen -como Ibai- no sabemos si es por convicción o porque buscan asociarse a una imagen socialmente más responsable. En definitiva: me gustaría que no lo hiciesen, pero no me parece nuevo, ni mucho menos un signo de los tiempos.