Tras 40 años de autonomías en nuestro país se han vivido más que sobradas muestras de argumentos para reiterar la conformidad con dicho sistema y apostar por seguir manteniéndolo. Sí, pero también es verdad que en ese mismo tiempo los reticentes y críticos con las autonomías han podido ir agrandando la lista de fracasos y decepciones que nuestro propio modelo autonómico ha propiciado y casi siempre, todo hay que decirlo, no por culpa del sistema en sí, sino por errores y egos equivocados de sus políticos, muchos de los cuales han cometido irresponsabilidades que han dañado gravemente a sus propias autonomías, anteponiendo sus intereses personales o sus delirios políticos por encima de los colectivos.
Acabamos de sufrir una de esas situaciones que han acabado en fiasco y en la pérdida de unos Juegos Olímpicos de Invierno pensados para 2030 en los Pirineos. El Comité Olímpico Español, al final, ha retirado la candidatura incapaz de lograr el acuerdo entre Cataluña y Aragón y coordinarse ambas autonomías para la realización de tales Juegos. Lamentable sí, pero sorpresa poca; se veía venir en los últimos meses un enfrentamiento cada vez más politizado por los responsables políticos de ambas autonomías y hasta el presidente aragonés parecía haber tomado como modelo a seguir el de Agustina de Aragón arremetiendo a cañonazos contra el presidente del COE, Alejandro Blanco, o contra el propio Pau Gasol, con tal de desviar sus propias responsabilidades. Dentro de unos años no se hablará mucho de unos Juegos que nunca se celebraron, tampoco de un presidente autónomo, el tal Lambán, que fue incapaz de organizarlos, aunque siempre nos quedará Gasol.