Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


Respeto al voto

06/12/2022

Está la cosa que arde. A falta de seis meses para que se celebren las próximas elecciones municipales y autonómicas, los nervios están ya a flor de voto y piel. Con las navajas cabriteras ya en todo lo alto, se nos hará larga la llegada del momento en el que podamos decidir quiénes queremos que nos gobierne, en las distancias cortas, en los próximos años. Y llegados a este punto, y comprobando que el nivel de crispación y contaminación informativa está alcanzando cotas inusitadas entendiendo que ni siquiera estamos aún oficialmente en campaña, es cuando los votantes tenemos que hacer un ejercicio de responsabilidad que se antoja casi vital. Ni todos los que criticamos la forma de la Ley sí es sí somos unos machistas recalcitrantes, ni los que defendemos su fondo cojeamos de ser unos peligrosos antisistema. De hecho, hay muchos de ustedes que, como yo, estamos precisamente en esa doble tesitura y eso despista y molesta a muchos políticos, de un lado y de otro, a los que les interesa que nos posicionemos en una orilla o en la otra, nunca en medio o al margen. La polarización siempre interesa al poder. La simplificación del voto, en solo dos colores bien diferenciados, les facilita seguir aupados en esos confortables sillones que consideran de su propiedad. Y por eso, en momento de empates técnicos, según la intención de voto, los partidos aprietan en sus estrategias de posicionamiento y comunicación para que el elector sucumba ante la sensación de que el PP está más falangeta que nunca y que este PSOE es más filoetarra que ayer y menos que mañana. Por favor, no nos dejemos engañar. No les permitamos que nos lleven al huerto de la radicalización de sus discursos que solo tiene el maniqueo objetivo de hacernos creer que solo sus dos opciones políticas son realmente legítimas y democráticas. Y, sobre todo, a la hora de elegir no se dejen llevar solo por las siglas; investiguen qué personas están tras las mismas y cuáles son sus valores personales, profesionales y políticos para dirimir si deben de disfrutar de su apoyo. Así es muy posible que podamos evitar que sujetos, sin ningún afán de servicio social, cuenten con nuestro soporte en las urnas para, poco después, descubrir que solo les importa gozar de una sabrosa nómina pública a costa de nuestra mancillada confianza. Exijamos un respeto sagrado hacia nuestro voto. Ya toca.

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