Elena Serrallé

Elena Serrallé


Los domingos por la tarde

03/02/2021

Si los pudiera borrar de un plumazo lo haría. Los odio. Tengo fobia a los domingos por la tarde. Me bloqueo, entro en pánico. Me siento como un condenado a la pena capital en el corredor de la muerte. Me falta el aire.
Ya sé que es algo psicológico y que supone un esfuerzo de gestión por mi parte, pero es que no me gustan nada. Noto cómo me hago pequeña observando desde una situación hipervulnerable el pedazo de montaña que se erige ante mí disfrazada de semana. Me engulle esa sensación de volátil, frágil, mínima.
Comienzo a dar vueltas por casa y me siento como una leona enjaulada, agobiada y nerviosa. La peli de sobremesa de antena tres tampoco ayuda precisamente. 
Es la misma sensación que me invade justo antes de entrar a celebrar un juicio o de salir a representar a un escenario, esos nervios que te cierran el estómago y que son la peor tortura, el miedo a qué puede pasar, el miedo a que algo salga mal.
Después ya es lunes y lo que contemplaba sobredimensionado, ha menguado, y lo difícil resulta fácil, y los monstruos resulta que eran sólo sombras y el camino repleto de obstáculos me brinda un agradable paseo. Todas las puertas que permanecían cerradas me esperan con los brazos abiertos.
Y me repito una y otra vez que no habrá más domingos por la tarde, pero cuando pasa el sábado comienza de nuevo la sensación de vivir el día de la marmota, supongo que forma parte de mi modo de ser.
Lo mejor de los domingos por la tarde es... nada, no hay nada bueno en los domingos por la tarde.