Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


De la zorra Cartuja, conejos, cazadores y políticos

01/03/2023

En Zaragoza el equipo del Doctor en Veterinaria, Javier Millán, le sigue los pasos a la zorra Cartuja. Le han colocado un GPS al cuello y estudian sus costumbres. Sabemos que la zorra penetra en la ciudad por la noche, cruzando un autovía, con un riesgo importante para su vida por el peligro evidente de atropello, y va en busca de comida. Al parecer rebusca en las basuras y visita las colonias de felinos donde también suele encontrar algo que comer, quitándoselo, claro, a los gatos. Lo que hace el doctor Millán en la capital aragonesa es investigar el comportamiento de los mamíferos carnívoros, como la zorra Cartuja, a la que han llamado así por proceder del barrio rural de Cartuja Baja, en las inmediaciones de Zaragoza. La han convertido en un visitante habitual de la gran ciudad donde entra, eso sí, aprovechando la noche y el silencio. Durante el día descansa en algunas riberas del río Ebro, aunque los veterinarios estiman que cuando comience el periodo de celo extenderá su radio de acción. Al final, ya vemos, el mundo animal sigue siendo para nosotros una fuente inagotable de misterios. ¿Cómo son, cómo piensan, cómo nos perciben, cómo sienten?
En Castilla-La Mancha andamos ahora preocupados con una plaga de conejos. No hay nada más frustrante para un agricultor que llegar a su finca por la mañana y comprobar horrorizado que su cultivo ha sido devorado por los pequeños peludos roedores, y es más, tener la certeza y padecer la impotencia de saber que a la siguiente noche terminarán con los que se han dejado. Colisionan dos intereses, el del agricultor y el de los roedores que van allí y se alimentan con la misma naturalidad con la que uno coge una manzana de un árbol que se encuentra durante un paseo, aunque el conejo no tiene consciencia de que sea algo prohibido y que le está haciendo la pascua al agricultor. Lo de las invasiones de los conejos en Castilla-La Mancha es algo recurrente y periódico, algo así como las olas de calor, y el problema se suele solucionar ampliando los periodos de caza en los llamados descastes estivales. Todo dentro del sentido común ante una colisión tan brutal de intereses entre el universo humano y el animal. Aunque se puede teorizar y mucho sobre cómo nos estamos cargando el equilibrio de la naturaleza y cómo los cazadores ponen venenos que se comen las águilas, los depredadores naturales de los conejos, para tener ellos más conejos etc, etc,. Es una forma de verlo que puede tener una parte de verdad, pero no toda.
Los cazadores, finalmente, son los que están siempre en el ojo del huracán, más ahora con lo que les costará o finalmente no les costará la ley del bienestar animal, porque da la sensación que se ha pasado de criminalizarlos por completo a dejarlos al margen de cualquier reglamentación. Ellos seguirán protestando pero la ley no viene ya tan dura como parecía. Cualquier norma de calado, que no pretenda tan solo ser un postureo animalista, establecería una diferencia evidente entre una mascota cuyo hábitat natural sea un barrio de una gran ciudad y el galgo de un cazador o el mastín que cuida las ovejas de un pastor, por poner dos ejemplos. Son realidades tan diferentes como la de un empleado de banca y la de un agricultor, sabiendo que ambos deben tener derechos compartidos y particularidades anexas a su circunstancia. Lo que no es admisible es que el empleado de banca tenga todos los derechos y el agricultor carezca de todos ellos, es decir, que la mascota urbana quede protegida y al galgo del cazador se le deje a la intemperie. Me temo que al final eso es lo que ha quedado establecido en ley de bienestar animal en su última propuesta, muy urbanita toda ella, pero sin entender en ningún momento lo que es el universo animal en los ámbitos rurales, y lo que se puede o no se puede exigir, para al final terminar por no exigir prácticamente nada o exigiendo lo que no es fundamental para la protección de los animales y que, sin embargo, complica la vida a los habitantes de la España rural. A veces poner a nuestros políticos a velar por nuestros animales viene a ser como colocar a la zorra Cartuja a cuidar de la ciudad. La zorra no sabe estar en la ciudad, los políticos no saben legislar del campo. Todo bastante descabellado tomando como enmarcado un concepto tan positivo como el del bienestar animal, ese avance que no ha hecho más que comenzar pero que indica que a pesar de todo el mundo es un poco más humano ahora que antes.