Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Palmero y albacetense

05/10/2021

La pasada semana, el pleno del Ayuntamiento de Albacete leyó una declaración institucional de solidaridad y apoyo con el pueblo de la Isla canaria de La Palma, que sufre los efectos devastadores de un volcán en erupción que ha dejado a miles de palmeros sin sus tierras y pertenencias. Un desastre natural, pero, principalmente, humano. Este tipo de declaraciones no van más allá de ligar unas frases institucionales. Como dijo una vez un alcalde afectado por un terremoto, a otro regidor: «buenas palabras las agradecemos, compañero, pero envíenme ustedes un barco lleno de alimentos». Si por mis manos hubiera pasado el borrador de esta declaración institucional, hubiera incorporado a sus líneas la conexión cultural existente entre Albacete y la Isla de la Palma, que junto a Murcia, Orihuela y El Algar (Cartagena) son las únicas localidades de España que tienen restaurados sus teatros circos históricos. Si el de Albacete es el espacio teatral y circense operativo más antiguo del mundo, el Teatro Circo Marte de la capital, Santa Cruz de La Palma, es una joyita. En 1871, los palmeros levantaron este singular espacio como escenario para una de sus grandes aficiones, la pelea de gallos. Pero también para solaz de su afición tanto al arte circense, con sus festivales ecuestres y acrobacias, como a las veladas literarias. El nombre de circo Marte deviene de la afición de los palmeros a la lucha gallística, de ahí la disposición el edificio en forma decahexagonal a imitación de los coliseos romanos, estableciendo un paralelismo con esos otros guerreros de pico y espuela. En 1914 se adaptó el edificio para lo teatral, siendo adquirido por el Ayuntamiento palmero en 1981 y finalizándose una cuidada restauración y rehabilitación en 2008. El Teatro Circo Marte de La Palma alberga hoy, como el nuestro de Albacete, la historia cultural y sentimental de esta entrañable isla, cuyos sabrosos plátanos vendía ya La Cari en la entrada del viejo mercado de la Plaza Mayor, mientras sus puros palmeros, de aroma intenso, los despachaba Perico en su estanco de la calle Ancha. Hoy todos los albacetenses somos palmeros.