Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


Se envició con el volumen

08/06/2021

En el año 2015, Cruz Marcos declaraba en una entrevista que desde el principio le llamó la atención más el volumen que el pincel. «Me envicié con los volúmenes», expresó espontáneamente. En la misma entrevista contó también cómo el profesor de la Escuela de Artes, Cecilio. Béjar, le enseñó un libro con las obras de Alberto Sánchez. Todo cambió desde ese momento para el joven Cruz Marcos, que pasaría a declararse, con orgullo de clase, discípulo de Alberto Sánchez, cuando este ya había desaparecido de entre los vivos. Fue una epifanía. Y sí, es cierto, las obras de Cruz Marcos, incluso las más contundentes, dejan entrever  «un aire de Alberto Sánchez».
Cruz Marcos es otro escultor toledano que procede  de la Escuela de Artes y Oficios de la época posterior a la guerra. En ella aprendieron  escultura,  pintura, forja,  ebanistería, chapa, o  bronce varias generaciones de jóvenes toledanos, que, en otras condiciones, se habrían perdido. En aquella ‘factoría de arte’ se hablaba un lenguaje  distinto al actual y, sobre todo, sobre todo, se trabajaba directamente con el hierro, la madera, la piedra o cualquier material del que se pudiera obtener una expresión figurada o abstracta. Eran otros tiempos, más prácticos, tal vez más inocentes, menos confusos. En esa época se abrieron camino los sueños de algunos muchachos de provincias que no tenían acceso a otras enseñanzas. Los profesores hablaban poco, pero trabajaban incansables con la intuición pedagógica  de que se aprende lo que se hace; que los materiales se resisten a expresar lo que alguien quiere y que en eso, y algo más, consiste el arte. La escultura, la pintura o la poesía, como idiomas expresivos, requieren esfuerzo, preparación previa, equilibrio de los rasgos, ritmo de las formas o las frases, golpe o pincelada intuitiva. Nada tan difícil como la poesía, la buena, claro; la escultura en cualquier material o el color en el lienzo.
 Cruz Marcos nació en Nambroca. Su padre quería que se dedicara a la agricultura, su madre le empujaba a lo contrario. Se desplazo a Toledo a vivir con una tía y encontró el primer trabajo. En aquellos años  era fácil dedicarse al  damasquinado. Solo se necesitaba mano, paciencia e ir aprendiendo el oficio que se iniciaba con una chapa bruñida a mano para terminar transformada en orfebrería  de oro y precisión. Cruz Marcos resultó un buen damasquinador, una artesanía que está a punto de perderse por los cambios  de los gustos, por la intrusión de las maquinas en un oficio que se trasmitía por tradición gremial y por el tipo de turista que visita la ciudad. Pero, cómo «se envició con los volúmenes», la escultura conformaría su sistema de expresión. En cualquier material: en barro, en madera, en hierro, en bronce, en ferrocemento. Materiales que, como en el caso de Alberto Sánchez, se pueden encontrar y recoger en la Naturaleza. Como el maestro, Cruz Marcos considera que la Naturaleza es anterior a la sociedad, al arte y al desarrollo de la propia sociedad por la acción del arte. La Naturaleza actúa como elemento básico de cualquier revolución. El arte y el artista deben descubrir sus potenciales ocultos para trasmitir a la sociedad los mensajes de transformación y cambio que ella contiene. «Si yo hubiera dispuesto de dinero», también dijo en la memorable entrevista del 2015, «hubiera hecho una obra como la de Serra mucho antes que él». Con la frase dejamos constancia de los muros y limitaciones que imponen los lugares de nacimiento. En el caso de Cruz Marcos, Nambroca, Toledo, España.