Encarrilados al Brexit

M.R.Y. (SPC)
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Los conservadores de Boris Johnson apuntan a una mayoría absoluta que permitirá materializar el divorcio

El primer ministro británico convocó este adelanto electoral y será el gran beneficiado, según todos los sondeos. Foto: Phil Noble

Llegó con la tajante afirmación de que sería el hombre que materializase el Brexit de una vez por todas. Y, según parece, cumplirá su palabra. Boris Johnson se puso al frente del Partido Conservador y del Gobierno británico en julio con un único objetivo: que el país salga de la UE. Tras cosechar el mismo fracaso que su predecesora, Theresa May -que dimitió, precisamente, por la falta de acuerdo en la Cámara de los Comunes a la hora de cerrar el divorcio-, el premier lanzó el mismo órdago que May, unas elecciones para conseguir más fuerza en el Parlamento. Y, a diferencia de la exmandataria, a Johnson parece que le saldrá bien.
Fiel defensor de la ruptura con Europa desde que David Cameron plantease el referéndum de 2016, el hoy inquilino de Downing Street fue uno de los rostros más visibles -entonces como alcalde de Londres- del sí al Brexit.
Durante tres años, ha sido especialmente crítico con la gestión, a su juicio «blanda», de las autoridades de su país con respecto a la salida británica. Y ahora que está en su mano, no quiere desperdiciar la oportunidad de llevar a cabo un abandono con el que lleva tanto tiempo soñando.
Por eso mismo, desde que vio que su plan no contaba con la aprobación de los diputados de Westminster, se encomendó a un adelanto de las elecciones, previstas para 2021, tras las que pueda actuar libremente.
Y todo apunta a que así será. Los sondeos no solo le dan la victoria, sino que le otorgan un aplastante triunfo, el más holgado desde 1987, con el que conseguiría una mayoría absoluta sobrada. Hasta 355 escaños podría recabar el bloque tory, muy por encima de los 325 que determinan la mitad del Hemiciclo. No le harían falta, por tanto, apoyos externos, como sucede en la actualidad, con los unionistas de Irlanda del Norte (DUP) como socios de legislatura. E, incluso, Johnson podría permitirse alguna disidencia en sus filas, como ha ocurrido en las últimas votaciones.
El primer ministro está dedicando su campaña a la defensa del Tratado de Retirada que él mismo firmó con los Veintisiete, a pesar de que no consiguió sacarlo adelante.
Además de repetir el discurso de May, culpando a los Comunes de la «parálisis y el caos» que vive la nación, ha recuperado la promesa de reducir la llegada de extranjeros, una de las cuestiones que en 2016 captó el voto de los partidarios de la salida. Así, en su programa incluye un nuevo sistema de control de inmigración por puntos, similar al usado en Australia y que se ha convertido en una de sus medidas estrella.
Para estos comicios -«los más cruciales, a su juicio, que se recuerdan en la Historia moderna»-, aboga por «ejecutar el Brexit y zanjar toda esta amargura» para «avanzar y dar salida al potencial de todo el país». 
Realmente, poco importan ya en estas elecciones los planes para mejorar los derechos de la clase trabajadora -secundados por el Partido Laborista- o la lucha por el cambio climático -de los Liberaldemócratas-. Esta cita con las urnas es un segundo referéndum del Brexit encubierto. O, incluso, un tercero, ya que el adelanto que impulsó May en 2017 -con el que también trató de coger fuerza en el Parlamento y realmente perdió representación- podría llegar a considerarse una reválida de la consulta de 2016. Entonces, los británicos redujeron sus expectativas y se decantaron por una polarización. Los laboristas de Jeremy Corbyn -ambiguos en su postura sobre el divorcio- ganaron votos frente a la apuesta separatista, pero ahora podrían ver bajar hasta un 10 por ciento los apoyos -del 40 al 30-. En su lugar, subirían los liberales como opción antiBrexit, aunque se situarían en un 15 por ciento. Solo los nacionalistas escoceses (SPN) sobresalen entre los detractores del divorcio. Pero sus previsibles 43 diputados -ocho más que los actuales- no serían suficientes ante un Johnson que, además, se ha negado a permitir una segunda consulta de independencia.
Parece que todo está claro: un triunfo abrumador de los conservadores y un Brexit efectivo el 31 de enero de 2020. Pero solo hay algo seguro: en el Reino Unido siempre puede haber sorpresas.

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