El comienzo de un reinado casi eterno

Leticia Ortiz (SPC)
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Georgie Dann llegó desde Francia para poner a bailar a toda España en la época estival durante más de cuatro décadas, con éxitos como El bimbó, El chiringuito o La barbacoa

El comienzo de un reinado casi eterno

No lo niegue. Usted, aunque sea en la soledad de la ducha o paseando a media tarde sin nadie alrededor, también ha canturreado en voz baja aquello de «mami, que será lo que tiene el negro». O eso otro de «la barbacoa, la barbacoa. ¡Cómo me gusta la barbecue!». O puede que sea lo de «bailemos el bimbó (bimbó bimbó)». Es posible, incluso, que haya leído las frases anteriores entonando las melodías. Y, siento decirle, que se le quedarán bailando en la cabeza durante un rato, aunque usted maldiga su mala suerte. No hay explicación a un suceso así: las letras son malas, las músicas son repetitivas y nadie las elegiría nunca como su canción favorita. Pero es imposible sacarlas de la cabeza.

El culpable es francés y lleva desde 1965 acudiendo fiel a su cita con la época estival. Y es que un verano sin canción de Georgie Dann sería algo así como una Nochebuena sin discurso del Rey o, por no salir de la música, como una Navidad sin que Raphael nos cantase una nueva versión de El tamborilero. Lo que nadie aclara muy bien es qué hace con su vida el simpático artista galo el resto de meses del año, aunque bien pudiera estar perpetrando ya su siguiente crimen. O sea, canción.

Curiosamente el rey del verano -lo es por aclamación popular, lo siento King África- nació en invierno e iba para músico serio. De los de conservatorio. De hecho, es un experto clarinetista (como lo fue su padre) y toca también el saxo y el acordeón. Licenciado, además, en Magisterio, llegó a dar clases de música en su país natal. Fue con sus alumnos con los que comenzó a escribir canciones divertidas, con baile incorporado, dentro de sus dinámicas de enseñanza. El siguiente paso lógico en su evolución fue formar un grupo pop con el que recaló en el VI Festival de la Canción Mediterránea que se celebró en Barcelona en 1964. Y allí arrancó una historia de amor con España que dura ya más de cinco décadas. En un inesperado cambio -él dice que tras una gira por Sudamérica-, Georgie Dann volvió con nuevos ritmos lejos del pop en 1965 para intentar su asalto al trono estival. Encadenó entonces un rosario de temas que marcarían su particular estilo: canciones alegres, de melodías contagiosas, letras que pretendían divertir con un suplemento de picante (muchas no pasarían el corte moral actual) y que apelaban al calor, la playa y los tópicos del verano. Y la recompensa le llegó, por primera vez, en 1975 con El bimbó, un tema que, realmente, era de la artista italiana Gigliola Cinquetti. Cuando el francés grabó la canción, el director de la CBS le preguntó si tenía baile, y Dann se puso a improvisar una coreografía esa misma noche. Un endiablado movimiento que solo una pandemia mundial ha logrado que no veamos un verano en las verbenas de cualquier pueblo español.

Mientras la crítica le ninguneaba, el francés, sin perder la sonrisa, seguía a lo suyo: logró el número uno estival con El africano (1985), El chiringuito (1988) o La barbacoa (1995). Sin conseguir ese premio oficioso, otros temas, como Casatschok (1969), con su extraño, pero pegadizo baile ruso, o Carnaval, carnaval (1983), también quedaron en la memoria musical del españolito de a pie, convirtiendo al rey del verano, en uno de los artistas mejores pagados a finales de los 70 y principios de los 80 con un caché que rondaba las 500.000 pesetas (3.000 euros) por actuación.