La cuarta de abono marchaba por el mismo derrotero de la tarde anterior, con toros de Fuente Ymbro, que carecieron de casta, y con dos toreros poco encastados -Finito de Córdoba y Alejandro Talavante-, aunque por fortuna, el tercero en discordia, Miguel Ángel Perera, puso la raza suficiente para levantar una tarde que iba, como el día anterior, en picado. Fue en el quinto, del que siempre se dice que no es malo, pero aunque tampoco fuese extraordinario fue el más potable y Perera lo exprimió hasta desatar la emoción en los tendidos y levantar una Feria Taurina que, por el momento va muy plana. El extremeño paseó las dos únicas orejas que se cortaron, mientras que sus compañeros de cartel se tuvieron que conformar con silencios y pitos. Queda todo dicho. Hubo comunión entre el público y el diestro extremeño, triunfador de la Feria Taurina de 2013 y pregonero de la presente, y la muestra fue cuando, antes de abrir la puerta de toriles para que saltara al ruedo el segundo de la tarde, el respetable ovacionó a Perera, que lo agradeció con emoción. Todo estaba presto para el triunfo, con la entrega de público y torero, pero falló la materia prima, el toro, manso, gazapón y con peligro, y, aunque el torero lo intentó, no hubo manera, pero al menos dejó patentes unas ganas que les faltaron a sus compañeros de terna, lo que fue reconocido por la plaza con palmas. Y de la comunión con el primero de su lote se pasó a la confirmación con el quinto, un toro más potable, pero sin pasarse y al que Perera exprimió hasta el triunfo final. Ya lució con el capote, primero con los delantales de recibo y el remate, con gusto, con media en los medios, y después con el ajustado quite en el que alternó chicuelinas y tafalleras. Había ganas en el tendido, y también en el diestro que estaba en el ruedo, algo que se confirmó en la faena de muleta, marca de la casa. Brindó al público y se clavó en los medios para recetar al astado de Fuente Ymbro dos ajustadísimos pases cambiados, acompañados de dos derechazos y remate por bajo con mucho gusto. Después ligó varias series con la derecha, con algún muletazo por un astado que no terminó de entregarse y que fue a menos, aunque ahí estuvo el único torero dispuesto de la tarde para exprimir lo que le quedaba al toro. ¡Y cómo lo hizo! Primero con una serie al natural honda y templada, y después, tras dos derechazos, arrojando la ayuda y toreando al natural con ambas manos sin mover los pies. Clavó las zapatillas y se sucedieron los naturales, ora con la derecha ora con la izquierda, en un pasaje emocionante y de entrega del torero y del público, deseoso de ver algo en la tarde, con el extremeño. Perera tenía el triunfo en la mano y no lo quería perder, por eso se volcó al ejecutar la suerte suprema, de la que salió prendido. Aguantó en la plaza hasta que el toro dobló y los tendidos se tiñeron de pañuelos blancos. Dos orejas para el único torero que las buscó y, aunque algún ortodoxo ponga la pega de la estocada caída, yo apoyo la concesión del doble triunfo, porque el toreo también es sentimiento y emoción; y en ese momento la plaza estaba emocionada con el torero que quiere confirmar que Albacete es su plaza. Y entre los que disfrutaron con Perera estaba el padre del Atlético que el día anterior acudió con su hijo, quien ayer le abandonó por un cumpleaños, pero al que al llegar a casa le contó que Perera, aunque no sea colchonero, le pone la misma testiculina que su equipo. POCO 'FINOS'. Los otros dos toreros, Finito de Córdoba y Alejandro Talavante estuvieron poco finos, aunque más se notó en el extremeño, que toda la tarde estuvo en el extremo contrario de su paisano; es decir, que Perera fue el día y Talavante la noche, porque un torero que es una de las bases del abono debe tener, al menos, más entrega. Y no lo hizo con ninguno de sus dos enemigos. Su primero, pitado en el arrastre, no era el toro más idóneo para el triunfo, pero el diestro tampoco tuvo muchas ganas de fiesta y decidió abreviar su faena, rematada con un pinchazo saliéndose de la suerte y una estocada tendida. Su labor fue silenciada, pero el público no aguantó tanto en la segunda, donde el toro no fue bueno, pero él estuvo contagiado y, para remate, mató de pena, con tres pinchazos y un metisaca infame en el costillar. Conclusión: pitos al toro y al torero, al que se le pone muy cuesta arriba su segunda tarde, el martes 16. Lo de Finito de Córdoba fue peor, pero más previsible. Todo el público, al ver los carteles sabía que venía a abrir plaza, y es a lo que se limitó. ¡Qué lejano queda el torero que triunfó con un toro de Araúz de Robles! Casi tan lejano como su última presencia en la Feria de Albacete, algo que muchos hubiesen agradecido que se demorase, visto lo visto en el ruedo. Lo mejor del diestro fue el paseíllo, porque con sus enemigos, que no fueron de la mejor condición para el triunfo, pasó de puntillas, abreviando en ambos y sin ser un ejemplo en la ejecución de la suerte supremo... Para que luego, como buenos fariseos, critiquemos a los toreros locales.