Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


Negacionistas

17/01/2022

Vas un fin de semana al campo de exterminio de Mauthausen y no sientes el olor a carne quemada, ni esa grisura del viento en la que el enorme drama suena como una flauta de angustia. Te regalé el más horrible libro escrito por un loco, Mein Kampf, y apenas lo ojeaste, las bárbaras crueldades que contenía pensabas eran tergiversaciones de oscuras imprentas, el contubernio de no sé qué poder que maneja los hilos de nuestras vidas. El otro día me fui a casa cabreado después de estar una hora discutiendo contigo si fueron o no fueron a la luna. A veces dudas de que la tierra sea redonda. Me la diste un sábado por la noche con lo de la mentira del cambio climático, y aunque ya hasta el biólogo más estúpido del mundo lo acepta, tú sigues dale que te pego manifestando la osadía de los argumentos del ignorante. ¡Pero qué serrín espeso tienes en la mente! 
Ahora, como sabes que escribo también de deporte, el otro día, viéndome de lejos, echaste una carrera para pillarme y darme en los morros diciéndome que a ver que digo de Djokovic, prisionero en tierras lejanas, el héroe antivacunas comparado con Cristo, Mandela y Espartaco. Pues pienso que solo ha faltado en esto un tweet de Trump o que hubiese aparecido por allí el de los cuernos que asaltó el Capitolio para que el esperpento tenga el título de estupidez universal. Y por supuesto, me quito el sombrero ante las autoridades australianas. Han demostrado que puede haber políticos que no solo hablan sino que también practican el sano arte de la igualdad ante la ley. Australia nos ha demostrado que es un país serio, que quien no cumple las normas lo paga.
Vosotros, los antivacunas, habéis provocado la sexta ola y que vuelva a haber gente arruinada. Creéis ser distintos a los demás, pero no sabéis que esa distinción os hunde en esa caverna de la ignorancia de los que creían en los mitos y no en la ciencia. La ciencia no es perfecta, por supuesto, pero si no fuese por ella estaríamos aún con taparrabos adorando becerros y sacrificando niños. La ley no es perfecta, por supuesto, pero si no fuese por ella nos pelearíamos por un trozo de pan. La pena es que la complejidad de las cosas a veces se alía con vosotros, y en el caso de Djokovic el hecho de que sea un ídolo deportivo produce una publicidad extra para el negacionismo. Se puede ser un gran tenista y un insensato, como es el serbio, muchas veces montando el número en circunstancias ajenas al deporte. No podemos aceptar que no se cumplan las normas, si queremos seguir intentando ser civilizados. 

ARCHIVADO EN: Australia, Novak Djokovic