Lorenzo y Marín abren la Puerta Grande con una llave chica

PEDRO J. GARCÍA
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Los dos novilleros pasearon una oreja de cada uno de sus enemigos y salieron en hombros gracias a un complaciente público, mientras que Varea se fue de vacío

Álvaro Lorenzo y Ginés Marín abrieron la puerta grande, con tono chico, pero salida en hombros al fin y al cabo, porque cada uno de los novilleros paseó una oreja de cada uno de sus enemigos y una más una son dos, las necesarias para salir en hombros, pero la diferencia está en hacerlo con fuerza o empujados por un público facilón, que es lo que pasó ayer, casualmente en el Día Infantil. Esa jornada, por si no lo saben, las atracciones son más baratas para los niños y, por lo visto en la plaza, parece que la oferta se trasladó para los del escalafón inferior.

Paradójicas puertas grandes, pero también propiciado por los astados, porque los novillos de Juan Pedro Domecq, y el de Parladé, que hizo primero, no fueron lo más propicio para el triunfo. Nobleza tuvieron, pero les faltó todo lo demás, que es casta, entrega, motor para conseguir eso tan importante que es transmitir, algo que faltó durante toda la tarde de ayer. En este mar de dudas, de regalos, y de descastes, los de los toros y los de las puertas grandes, el peor parado fue Varea, que se marchó de vacío y para él no hubo día infantil ni pañuelos alocados, simplemente silencios.

buen toreo de capa. Así las cosas, lo mejor de la tarde llegó con el percal, con los novillos más frescos de salida y el motor para aguantar algo y poner algo de entrega en los capotes, como el segundo enemigo de Ginés Marín     -el que hizo quinto- y los dos de Álvaro Lorenzo. Es el toledano un buen torero de capa, enganchando bien al astado, templando y ganando siempre pasos, hasta rematar sus dos saludos en la boca de riego. Marín también dejó buenos pasajes en el quinto. Mereció la pena.

A medida de avanzaban los tercios decaían los toros y con ellos se marchaban las esperanzas de los aficionados, que se conformaron con ver a unos novilleros que tiraron más de oficio que de casta, porque en muchos pasajes parecían contagiados de los novillos lidiados.

Álvaro Lorenzo lo intentó con el primero y por el pitón derecho fue ligando las series, pero sin transmisión alguna, siendo peor cuando se echó la muleta a la izquierda, porque por ahí sí que era nulo el astado, que hasta se coló y le dio un susto. Volvió a la derecha, pero la faena no subió de tono y faltó emoción, aunque una estocada caída fue suficiente para que aflorasen los pañuelos y cortase la primera oreja de la tarde. Con el cuarto tiró de oficio y el inicio fue prometedor, con un novillo que se vino de lejos a la muleta del toledano, pero fue un espejismo porque el astado se apagó pronto. Ahí fue cuando Lorenzo decidió acortar las distancias, ser encimista y populista para sacar la máxima rentabilidad haciendo lo justo. Y lo logró tras el boche de unas lucidas luquesinas y una estocada efectiva, porque afloraron otra vez los pañuelos y se llevó otra oreja al esportón, que sumada a la anterior, daban las dos que le abrieron la puerta grande.

Similar suerte corrió Ginés Marín, sobre todo porque también estuvo certero con los aceros antes sus dos enemigos y también se puede añadir este elemento como decisivo en la concesión de las orejas, ya que los aceros también hicieron lo suyo, ya que el fallo con ellos, caso de Varea, hubiera dejado un resultado más frío, pero al menos hubiese sido más real.

Ginés Marín tuvo más mérito porque fue capaz de engañar toda la tarde a la parroquia, muy ventajista siempre, al hilo del pitón, sin cruzarse y abusando del pico de l muleta. Dio igual para el público en una faena, su primera, sosa y sin transmisión, porque el novillo apenas dio juego, hasta más de mediada la faena, cuando Ginés Marín se dio cuenta de que el pitón bueno era el izquierdo y comenzó a torear al natural. Aparecieron los muletazos, aunque tampoco se pasó un novillero que se decantó por calentar los tendidos con un final de faena encimista. Y lo logró, porque tras la estocada paseó una oreja.

Clavado de hinojos empezó su segunda faena, con la emoción de esa situación, pero efímera, como la entrega del soso novillo, por lo que el novillero volvió a recurrir al tono encimista, que nuevamente le dio buenos resultados, también gracias a otra estocada muy efectiva. Paseó otra oreja y otra puerta grande que contabilizar.

varea, el peor parado. El castollonense Varea fue el que peor parado salido de esta tarde de regalos, principalmente porque estuvo desacertado con los aceros. Mejor suerte corrió su subalterno Alfonso Carrasco, quien, tras dos buenos pares de banderillas, se desmonteró.

A Varea todo se le puso en contra, porque a lo ya citado de su fallo con los aceros, hay que sumar que también le correspondió el más inválido del encierro. Fue el tercero, curiosamente el más terciado y entre unas cosas y otros, pocas atenciones generó, por lo que se faena pasó con más pena que gloria, rematada con un pinchazo y una estocada que hizo guardia.

Puso voluntad con el sexto, al  que recibió con dos faroles y al que inició una faena que apuntaba, pero que quedó en eso, por lo que tuvo que recurrir al encimismo, pero sin suerte.