¿Pandemias desde el espacio exterior?

Jorge Laborda
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La pandemia de Covid-19 ha puesto de manifiesto a todo el mundo la importancia de nuestro sistema inmunitario para hacer frente a infecciones de microrganismos en continua evolución

Luz ultravioleta sobre la Tierra. - Foto: E. P.

Aquellos que, gracias a mutaciones aleatorias, logran ocupar un espacio para el que el sistema inmunitario de una especie dada no está preparado debidamente para combatirlo, pueden causar graves epidemias.

Si microrganismos terrestres que han evolucionado con nosotros pueden causar epidemias, ¿sería posible que microorganismos no terrestres las pudieran también causar si llegan hasta nuestro planeta? ¿Debemos preocuparnos por esta posibilidad?

En mi opinión, no debemos preocuparnos, por el momento. Estamos lejos del escenario de la novela de Michael Crichton, La Amenaza de Andrómeda, publicada en 1969. Sin embargo, la cuestión tiene su importancia desde el punto de vista científico. Es posible que puedan existir microrganismos similares a las bacterias en otros planetas del sistema solar. Marte puede tal vez albergar vida en su subsuelo. Algunos satélites de Júpiter o de Saturno también podrían albergar vida microscópica.

Se han enviado recientemente nuevas sondas espaciales a Marte en busca de signos potenciales de vida. Algunas de esas misiones, en particular la misión Perseverance, lanzada hace unos días, se propone recolectar materiales que serían transportados a la Tierra para su análisis en profundidad. Por ello, esta misión podría incluso traer desde Marte algún microrganismo marciano. Esto sería una noticia bomba, pero ¿cómo respondería nuestro sistema inmunitario a su presencia aquí?

Para responder a esta pregunta, solo caben dos posibilidades. La primera es estimar lo que podría suceder de acuerdo con lo que ya sabemos sobre el funcionamiento del sistema inmunitario. La pandemia de coronavirus, y también la de SIDA y las diversas epidemias de gripe sufridas, ponen de manifiesto que este sistema no es perfecto. Muchas personas sucumben a la infección por un nuevo microrganismo terrestre que pueda surgir por mutación.

Sin embargo, es también cierto que la mayoría de las personas no mueren, ni siquiera sufren una enfermedad grave. Esto es así gracias a la diversidad existente entre los individuos de una especie. Esta diversidad hace a los individuos más o menos susceptibles a infecciones concretas, pero, en su conjunto, hacen a las especies inmunes frente a las amenazas infecciosas. En otras palabras, algunos individuos siempre se defienden con éxito frente a un nuevo microrganismo infeccioso y eso asegura la supervivencia de la especie.

Las especies, en general, no se extinguen debido a una epidemia, a menos que otros factores, como drásticos cambios climáticos, sequías extremas, etc. cooperen con ella para conducir a su extinción. Podemos por ello suponer que un microrganismo extra planetario, si bien podría ser incluso más peligroso de los terrestres, sería vencido en una proporción mayor o menor por los miembros de nuestra especie.

Proteínas extraterrestres. En apoyo de esta idea, sabemos que nuestro sistema inmunitario es capaz de generar anticuerpos capaces de unirse a cualquier molécula orgánica del mundo exterior, aunque jamás se haya encontrado con ella antes. Es más, es capaz de generar anticuerpos contra moléculas que aún no existen. Por ejemplo, un nuevo fármaco que pueda ser sintetizado de aquí a unos años podrá inducir la generación de anticuerpos contra él. El sistema inmunitario está preparado para generar anticuerpos contra cualquier amenaza con la que pueda encontrarse.

Sin embargo, para generar anticuerpos de elevada fuerza de unión, realmente eficaces, los linfocitos B que los producen necesitan la ayuda de otros linfocitos, los llamados linfocitos T. Estos linfocitos están especializados en detectar fragmentos pequeños de las proteínas en la superficie de nuestras células. Cuando detectan alguno procedente de alguna proteína extraña, lo que indica una infección, pueden activarse y algunos de ellos pueden ayudar a los linfocitos B a generar anticuerpos muy potentes.

Los linfocitos T de humanos y animales están adaptados para detectar fragmentos de las proteínas propias de la vida en la Tierra, que cuentan con 20 aminoácidos. Sin embargo, en la naturaleza existen más de 500 aminoácidos. Esto quiere decir que podría ser posible que seres vivos extraterrestres contaran con aminoácidos diferentes de los de nuestras proteínas, los cuales tal vez no fueran debidamente detectados por los linfocitos T. En ese caso, no podríamos producir anticuerpos eficaces.