Carlos Escolástico se convierte en 'embajador' de El Bonillo

Emilio Martínez
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Tras retratar a más de 2.000 paisanos, ahora ultima dos cortometrajes con la compañía de teatro Thales

Carlos Escolástico se convierte en ‘embajador’ de El Bonillo. - Foto: Jesús Espadas

Ya se sabe que una imagen vale por mil palabras. Con lo que serían menester un interminable número de palabras para recoger las miles de imágenes, en fotografía sobre todo, pero también en su faceta de videoartista, con la firma de Carlos Escolástico que se han colgado en multitud de exposiciones por diversos países, en las que se incluyen sus colaboraciones en destacados medios de comunicación. Mas no presume nada de ello, y a esta especie de sencillo fotógrafo compulsivo -cual se califica-, amén de polivalente artista, que abarca otras especialidades relacionadas con la imagen, es justo y necesario considerarlo algo así como  embajador universal y de lujo de El Bonillo, su pueblo que siempre le acompaña en su identidad y del que sí presume.

Y es que allí, durante su feliz infancia comenzó una trayectoria, y una vocación, después convertida en profesión, que ni en los mejores sueños imaginaba que le iba llevar a proyectarle tan fuerte internacionalmente. Como él mismo recuerda ahora: «Una de las primeras fotos que hice es una en la que aparece mi hermana pequeña enmarcada por un neumático de camión. La hice con la cámara que recibí como regalo de la comunión. Es decir, tendría unos 11 años y ya tenía claras las posibilidades de la cámara como medio de expresión. Así que podría decir que mi vocación es casi innata».

Y, para mayor precisión, agrega que suele contar que esa vocación artística es una deformación de su vicio de voyeur, porque siempre le ha gustado observar a la gente y ya de pequeño descubrió que los adultos se pueden sentir verdaderamente perturbados si un niño les mira fijamente. «Así que cuando descubrí la fotografía, pude dar rienda suelta a mi obsesión por mirar. Empecé a hacer retratos y también descubrí que así a la gente no sólo no le importaba que les mirase sino que incluso les gustaba. Así es como este fotógrafo compulsivo que soy yo se hizo retratista».

No es de extrañar que, tras abandonar El Bonillo para cursar el COU en Alicante, siguiera entregado de manera real y virtual a sus paisanos. Aunque tardó varias décadas en realizar un proyecto que le daba vueltas por su mente creadora desde tiempo atrás. Un proyecto que parece una utopía, pero que fue llevando a cabo poco a poco hasta que lo concluyó hace un par de años: ahí es nada, retratar a todos y cada uno de los habitantes de su lugar de nacimiento.

No sólo eso, sino que estas 2.000 fotografías de lo que bautizó en su momento como Proyecto El Bonillo 1A1 –«en el no voy a incluir más gente, que me conozco y podría no acabar nunca y llega un momento que, como los cuadros, tienen que ser barnizados y puestos a la vista del público para que así puedan empezar a volar por sí mismos», cual adelanta a La Tribuna- ya se han paseado por diversas exposiciones y festivales en nuestro país y fuera, concretamente en Estados Unidos -empezando por Nueva York- e Italia. O sea que las caras de sus paisanos han viajado recogiendo parabienes por la calidad de estas muestras del autor de las fotos.

Las mismas loas que ha recabado Carlos, a lo largo de su trayectoria y fundamentalmente en las dos últimas décadas en diversas muestras de otros de sus diversos trabajos relacionados con la imagen, que incluyen videoarte y videoclips. Así el bonillero, que también ha sido entrevistado por medios de comunicación especializados y generalistas de todo el mundo, colgó su nombre, además de los ya mencionados EEUU –en Nueva York y varios de sus estados-, en otros como Alemania, Suiza, Italia, Japón, Rusia -además de en Moscú, en otras importantes ciudades como San Petersburgo, Ekaterimburgo y Chelyabinsk-.    

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