Del esplendor radiante al declive permanente

I.L.M.
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La decadencia económica, social y poblacional de la comarca ribereña ha sido imparable, sobre todo, si se compara con el dinamismo y la riqueza turística que la zona disfrutó durante las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo.

Entrepeñas registra una importante afluencia de visitantes durante el fin de semana.

Las casi cuatro décadas que el trasvase Tajo-Segura lleva derivando agua al Levante han sido sinónimo de declive para la cuenca cedente. La decadencia económica, social y poblacional de los 22 municipios que conforman la comarca ribereña de Entrepeñas y Buendía ha sido imparable, sobre todo, si se compara con el dinamismo y la riqueza turística que la zona disfrutó durante las décadas de los 60 y los 70 del pasado siglo, antes de que se pusiera en marcha la política estatal trasvasista. La ocupación hotelera, los puertos deportivos, las urbanizaciones y los negocios vinculados al uso recreativo y lúdico de los embalses gozaban de un esplendor que jamás se ha vuelto a conocer. «Sacedón era conocida como La pequeña Benidorm. Aquello fue un auténtico boom. El pueblo se llenaba de autobuses y coches de domingueros que venían a bañarse. Existía hasta la Cruz Roja de mar con dos o tres lanchas. Era algo alucinante», recuerda María Jesús Moya, cronista de Sacedón. 

Según relata esta historiadora aficionada, el inicio de la época más relevante de crecimiento turístico fue marcado por el viaje que en abril de 1969 realizó un grupo de periodistas de Madrid para «dar a conocer el marchamo de Ruta Turística de los Pantanos». Fue entonces cuando surgieron los sloganes de Costa de la Miel, Playa de Madrid y el más conocido de todos: el Mar de Castilla. 

El periodista natural del Pareja, Antonio del Abril, rememora cómo fueron surgiendo las cinco urbanizaciones más importantes que rodean al pantano de Entrepañas (Las Brisas, Las Anclas, Calas Verdes –hoy cerrada–, Peñalagos y El Paraíso) y la proliferación masiva del alquiler y la venta de viviendas. «Aquello generó muchísimo trabajo en el sector de la construcción y en servicios, gente que trabajaba en la limpieza, en jardinería, en la hostelería, etc. Esta situación no sólo evitó el éxodo rural en los pueblos ribereños, sino que aumentó la población», señala. Asimismo, el aluvión de madrileños con gran poder adquisitivo que decidió adquirir terrenos y levantar mansiones de lujo en la zona, muchos de ellos con nombres conocidos, envolvió de un halo de glamour el entorno ribereño. «Uno de los personajes más asiduos era el Marqués de Villaverde y a su chalet acudía desde Franco hasta Julio Iglesias», recuerda el director del extinto Guadalajara DosMil. 

Por desgracia, aquella época de esplendor pasó a la historia con el inicio de los trasvases y la comarca fue entrando en un estado de declive permanente. Según un estudio elaborado hace un año por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), desde 2010, los pueblos ribereños sufrieron la desaparición del 30% de las empresas vinculadas al sector turístico así como el 50% de sus plazas hoteleras, algo que guarda una correlación con la evolución de los volúmenes embalsados. «Nosotros vivimos del pantano y nuestra clientela principal es gente de Madrid que se desplaza a la zona, a las urbanizaciones a practicar deportes náuticos y eso lo hacen cuando el nivel de agua es óptimo», confirma José Luis Labarra, gerente del Hotel Restaurante Mariblanca de Sacedón, abierto al público desde 1954. «Lo que nos gustaría es que se respetase una lámina estable de agua de entorno al 40 por ciento para facilitar la supervivencia de negocios como el nuestro», demanda. 

No obstante, el responsable de este señero establecimiento hostelero reconoce que el turismo actual «ya no será como el de antes». «Con el nivel que ahora tiene el pantano, tenemos una ocupación del cien por cien los fines de semana en verano, pero entre semana baja en torno al 20 por ciento. Antes de los trasvases, aquí venían familias enteras que se tiraban una semana o quince días alojados», asegura. 

despoblación. Otra de las consecuencias directas de la política trasvasista es la despoblación. Hoy, la radiografía demográfica de la zona dibuja un panorama desolador. El número de habitantes pasó de 25.000 en tiempos anteriores al trasvase a los 10.000 actuales, con una densidad de apenas 6,3 habitantes por kilómetro cuadrado, siendo una de las zonas más despobladas del país y en la que, además, existe una población envejecida y un bajo índice de natalidad y relevo generacional. Así lo demuestra el citado estudio de la UCLM, que enumera otros indicadores de la agonía en la que vive sumergida la comarca ribereña como es su baja tasa de actividad industrial (entre un 15 y un 30% inferior a la de otros pueblos de la provincia con menos de 5.000 habitantes).  «Hasta ahora, parecía que sólo la cuenca cedente podía hablar. Hemos logrado informar a todo el mundo con datos concretos de que el trasvase no es tan bueno, justo y solidario como parece», apunta Francisco Pérez Torrecilla, alcalde de Sacedón. «El fin del trasvase acabaría con todos nuestros problemas. Tiene que llegar sí o sí y por ello seguiremos luchando», concluye.