El negocio de compartir

SPC
-

La economía colaborativa se ha propuesto modificar el mundo entero, planteando una revolución unida a las nuevas tecnologías

 

Desde que se creó el planeta, el sentido de posesión ha sido inherente al ser humano:Acumular en vez de compartir. Sin embargo, algo empieza a evolucionar. Y es que la economía colaborativa se ha propuesto cambiar el mundo, planteando una revolución abrazada a las nuevas tecnologías:  «Hemos pasado de una situación en la que sobra de todo a otra en la que la mayoría no puede disfrutar de lo que el mercado ofrece a menos que sea compartiéndolo», apunta el inversor en nuevos negocios Rodolfo Carpentier. «Quien no puede tener, se conforma con probar. Esto es lo que hace a este movimiento imparable», subraya. 
Carlos Blanco, un conocido emprendedor español, cree que esta forma diferente de consumir es «una consecuencia de la digitalización, pero también un réplica a los abusos en los precios, al mal servicio y a la pésima regulación». Es un caballo de Troya dentro de un sistema que fomenta que en el mundo haya objetos valorados en 533.000 millones de dólares que no se utilizan. 
Para algunos, el consumo colaborativo es una respuesta a la ineficiencia universal. Así lo confirman los números. El 40% de los alimentos de la tierra se desperdicia; los coches particulares pasan el 95% de su tiempo parados; en Estados Unidos hay 80 millones de taladradoras cuyos dueños solo las usan 13 minutos de media, mientras  un motorista inglés malgasta 2.549 horas de su vida circulando por la calles en busca de un aparcamiento. El globo terráqueo alcanzará 9.000 millones de habitantes en 2050. Y habrá que alimentarlos, en una época donde el paro será una pandemia. Hay algo de apocalíptico si se juntan todas esas ideas, pero también de hartazgo. 
 
Competición. «El capitalismo sin control ha hecho que muchas personas traten de buscar caminos que den sentido a sus vidas», reflexiona Jan Thij Bakker, cofundador de Shareyourmeal, una plataforma holandesa dedicada a compartir comida que empezó siendo un grupo de WhatsApp y que cerró el año pasado con más de 100.000 miembros. Porque este nuevo consumo se multiplica a tal velocidad que ya hay 5.000 empresas compitiendo con las tradicionales. 
Consciente de que, una vez abierta la caja de pandora, las repercusiones son profundas, la Unión Europea redactó en enero de 2014 un dictamen de iniciativa para entender este movimiento. «El consumo colaborativo representa la complementación ventajosa desde el punto de vista innovador, económico y ecológico. Además, supone una solución a la crisis financiera en la medida que posibilita el intercambio en caso de necesidad».
La firma de estudios de mercado Nielsen dice que el 53% de los españoles estarían dispuestos a compartir o alquilar bienes en un contexto colaborativo. Ese porcentaje es nueve puntos superior a la media europea (44%). Aunque en países donde la recesión ha sido profunda, como Portugal (60%) o Grecia (61%), las ratios son más altas. 
Sin embargo, esta iniciativa también tiene un lado oscuro. Aplicaciones como Uber o Airbnb lo han hecho evidente. La primera conecta pasajeros con conductores; la segunda busca y comparte alojamiento. Ambas están bajo vigilancia. Uber es un gigante. En solo seis años de existencia ya vale más de 19.000 millones de dólares y opera en 132 países. Y su éxito ha chocado de frente en Europa contra el sector del taxi, que le acusa de competencia desleal. El coloso se defiende: «Las protestas son excesivas y lo único que pretenden es mantener la industria en un estado inmovilista», argumenta un portavoz de la firma. 
Tampoco se ha librado de los problemas Airbnb. Un sitio de alojamientos para particulares que surgió en 2007 y que ha encontrado habitación a 12 millones de personas. Desde hace tiempo, la  Fiscalía de Nueva York investiga el impacto de estos alquileres a corto plazo, porque podrían restringir la oferta de inmuebles y volverlos menos asequibles en las grandes ciudades. 
Mientras tanto, en España existen más de 300 star up que se enmarcan dentro de este concepto, al convertirse en una moda que brinda ala oportunidad de compartir, encontrar y revender bienes entre usuarios, pero tan revolucionario que no cuenta siquiera con un déficit estándar.