Un oasis en crisis

M.R.Y. (SPC)
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Con el fantasma de las protestas sociales de 2019, el país elige al presidente encargado de culminar la transición iniciada tras la dictadura de Pinochet

El descontento en el país sudamericano es patente desde hace dos años. - Foto: IVAN ALVARADO

Dos años después de vivir la crisis social y política más grave desde el final de la dictadura de Augusto Pinochet -1990-, Chile se enfrenta el próximo domingo a su proceso electoral más relevante del siglo XXI, en el que los ciudadanos -unos 15 millones de personas- tendrán que elegir al nuevo presidente que relevará al conservador Sebastián Piñera y que será el encargado de culminar el proceso de transición que culminará con la redacción, el próximo año, de la nueva Constitución. Pero, además, también renovará el Parlamento con la designación de todos los diputados y la votación de 27 de los 43 senadores de la Cámara Alta.

La cita llega con un país hastiado, desencantado con su clase política y con la sombra de aquellas protestas que se cobraron más de una treintena de vidas.

La desconfianza se refleja en que ninguno de los siete candidatos a suceder a Piñera cuenta con un respaldo suficiente como para ganar en la primera vuelta, por lo que tendrán que pasar a una segunda ronda que se celebraría el 19 de diciembre. Y también se nota en que, por primera vez, ninguno de los grandes partidos -el centroizquierdista Nuevo Pacto Social y el conservador Chile Podemos- pasaría a esa fase definitiva.

En esta ocasión, según apuntan todos los sondeos, los ganadores de la primera contienda serían dos opciones radicalmente opuestas: el izquierdista Gabriel Boric -que se presenta por la coalición Apruebo Dignidad que incluye al Frente Amplio y al Partido Comunista- y el ultraderechista José Antonio Kast, del Partido Republicano. Ambos se han ganado el respaldo de los millones de descontentos gracias a que se sitúan lejos de la política tradicional.

Boric, conocido líder estudiantil y uno de los promotores de las revueltas de 2019 es el favorito al triunfo, con un 26 por ciento de apoyos según las encuestas -la última fue publicada el pasado 7 de noviembre-. Insuficiente para ganar con solvencia, lo que le llevaría a la segunda vuelta. En ella, si se cumplen las estadísticas -que no aciertan desde hace tres años-, se mediría a Kast, que recabaría un 17 por ciento de respaldos. Muy cerca se quedaría, sin embargo, el conservador Sebastián Sichel, exministro de Piñera y quien podría hacerse con esa plaza gracias a que el ultraderechista está perdiendo respaldos por la radicalidad de sus palabras.

Todo está en el aire, no obstante, puesto que se estima que hay cerca de un 50 por ciento de indecisos que podrían decantar la balanza hacia uno u otro lado.

 

Constitución y economía

Quien gane, tendrá que hacer frente a un país que, pese a mostrarse como una de las naciones más estables de Latinoamérica, ahora se ha convertido en una olla a presión, donde la desigualdad y la impunidad de la élite empresarial y política han generado un malestar que aún perdura tras las protestas de 2019. A ello se suma una acuciante inflación tras la pandemia y la redacción y aprobación de la primera Carta Magna tras la dictadura de Pinochet.

La implementación de esa nueva Constitución -que se prevé que impulse grandes cambios en los sistemas de pensiones o en áreas como la salud y la educación- será uno de los principales retos a los que se enfrente el próximo mandatario, que asumirá el cargo el próximo mes de marzo.

El otro gran desafío al que se enfrentará será la recuperación económica pospandemia. El país acumula un alza de la inflación del 5,7 por ciento en lo que va de año y la caída de la economía se situó en un 5,8 por ciento en 2020 -la peor cifra en cuatro décadas-, lo que ha puesto en jaque el sistema financiero de una de las naciones más estables de la región en los últimos 30 años.

Pero, además, también tendrá que tratar de acercar a la ciudadanía a una clase política envuelta en diversos escándalos de corrupción. Sin ir más lejos, el propio Piñera dejará su cargo con una investigación abierta por posible cohecho por parte de la Fiscalía. Y recuperar una estabilidad perdida que hace que Chile haya dejado de ser un oasis de tranquilidad y estabilidad dentro de una Sudamérica en constante tensión.

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