No nos hemos esforzado los periodistas en encontrar un término mejor que golaverage (adaptación cutre del goal average inglés, o sea, media goleadora) para determinar quién se lleva el gato al agua en igualdad de puntos, como acaba de suceder en el campeonato de invierno, o sea, la media Liga. El Barça se lleva el título honorífico por dos goles de diferencia, un +26 que supera el +24 del Real Madrid, con quien empató en el único duelo directo.
Cabalgamos hacia una Liga más equilibrada en todos los sentidos, merced a la nueva tendencia del fútbol moderno: no encajar goles. Así plantea sus partidos Zidane, le pese a quien le pese. Así lleva haciéndolo Simeone desde que cogió las riendas del Atlético. Así piensan otros como Lopetegui, Celades, Bordalás o Garitano. En la zona alta, solo Alguacil (Real Sociedad) se ha trabajado un equipo a tumba abierta, divertido y lanzado a tumba abierta hacia la portería rival. Y, por relación directa con Suárez y Messi, el Barça: 49 tantos, 13 más que el Real Madrid, tienen la culpa de un liderato basado en el poder ofensivo del individuo más que en el desastre colectivo que, por momentos, es el equipo culé.
El derbi
Los derbis son partidos con vida propia en los que puede pasar cualquier cosa. Si el Getafe no había encajado más de tres goles con Bordalás en el banquillo, los encaja en el partido que menos méritos hizo el Madrid para marcarlos. ¿No habíamos quedado en que este equipo, el Madrid de Zidane, había perdido pólvora y fortuna en ataque? Esa misma noche, el Barça iba a Cornellá a golear a un Espanyol que había ganado dos puntos en nueve partidos en su estadio. ¿Resultado? Empate. Los derbis, incluso en situaciones extremas, siguen sin tener lógica.
Oblak
El Atlético juega a marcar un gol y que Oblak evite el del rival. El patrón de juego es mediocre, pero el cuadro colchonero es tan firme en el ideario y el esloveno,tan bueno entre palos, que el truco sigue saliendo. Las dos manos con 2-1 ante el Levante, dos obras de arte.