El comedor del Cotolengo llega en verano a 300 comensales

I.M
-

Sirven desayunos, comida y bocadillo para cenar, funciona con voluntarios organizados en grupos y la mayoría de los usuarios son hombres jóvenes temporeros y llegados de África

El movimiento que se observa es continuo hasta el punto de que a diario todo hueco que queda libre será ocupado de inmediato. - Foto: Luis Vizcaíno

La Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús, popularmente conocida como el Cotolengo, nació, como se recodará en 1964, para acoger a los pobres, enfermos y abandonados, o dicho de otra manera, a aquellos que no tenían cabida en ningún otro sitio, no tenían ni recursos, ni familia. Se fundó en Albacete gracias a la generosidad de Francisco de Paula Serra Martínez, magistrado del Tribunal Supremo de Madrid, que donó sus bienes a la Institución para que se pudiera construir un centro benéfico a favor de los más pobres,  y desde mayo del 2014 son las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación las que están al frente de la administración, recuerda María José López, una de las hermanas. Dos son los servicios que  prestan, uno de casa de acogida o residencia con internos y otro de comedor social,  el único, por otra parte, de estas características que existe en la ciudad albacetense.

Inmersos en pleno verano hoy por hoy pasan por este comedor social unas 300 personas diarias, frente a las 200 comidas que de media se suelen servir un día cualquiera del resto del año. La causa de ello, explica la hermana María José, no es otro que el movimiento que se observa precisamente en la época estival con continuas y sucesivas campañas agrícolas. Llegan hasta esta Institución, «en el que no falta un plato de comida», dice la hermana María José,  movidos por el boca a boca entre compañeros o directamente derivados por las parroquias o por las propias Cáritas y una vez allí, «muchos de ellos  encontrarán y dispondrán del único alimento caliente que llevarse a la boca en el día», añade.

Pero cómo funciona. Este comedor social funciona gracias a la providencia, o mejor dicho, gracias a la donación que le dan ciudadanos anónimos y no anónimos y a sus voluntarios.

 

(Más información en edición impresa)