Un millar de tiendas de barrio sobreviven en la capital

I. M.
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Cercanía, atención personalizada y conocimiento de lo que venden es lo que hace diferente al pequeño comercio local

Fotografía de un comercios de proximidad. - Foto: Óscar Navarro

Cuando uno compra en el pequeño comercio, en el comercio local, en el comercio de proximidad, en la tienda de su barrio, no sólo está ayudando a que entre dinero en una familia, a que el negocio se mantenga o a contribuir a que se cree empleo entre sus vecinos, entre la gente más cercana, sino que también está contribuyendo y estimulando a la economía de su barrio, en particular, y a la economía de su ciudad, en general.

Pero este comercio no es el comercio de antaño, ni representa lo que representaba hace años. Es cierto que hay establecimientos comerciales que han pasado de padres a hijos y se mantienen abiertos en el tiempo, pero también lo es que más de uno en un momento determinado se ha visto en la necesidad de tener que echar el cierre al negocio, bien sea porque no ha podido hacer frente a las nuevas tendencias de consumo o porque no ha sabido renovarse, ponerse al día, reinventarse. Luego están la amenaza que representan las grandes superficies y Amazon.

No obstante, al margen de estas apreciaciones, el comercio local, el pequeño comercio, el comercio de proximidad o las tiendas de barrio sigue siendo el alma de la calle. 

Pero qué es lo que les hace ser eso precisamente, o mejor dicho, qué es lo que les diferencia sobre el resto y hace a tu comerciante de toda la vida, por expresarlo de alguna forma, ser único. Pues, ni más ni menos, que su cercanía, la garantía de devolución, la atención personalizada que presta y su conocimiento de sus productos, «porque, con independencia de lo que les estés preguntado, nadie conoce mejor lo que vende que quien está detrás de un mostrador de un establecimiento tradicional», comenta el presidente de la Federación de Comercio de Albacete, José Lozano.

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