Agridulce despedida de Málaga del Cid

Leticia Ortiz (SPC)
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El sevillano deja los mejores momentos de la tarde ante el segundo, aunque pierde el trofeo por la espada. La deslucida corrida de Lagunajanda marca el devenir del festejo

Agridulce despedida de Málaga del Cid

Se despedía de Málaga, en su temporada del adiós, Manuel Jesús, El Cid. Fue en La Malagueta donde empezó a sonar su nombre, antes de conquistar Madrid, con una corrida de Guardiola en el año de su alternativa. Le sacó a saludar el público al romper el paseíllo como cariñosa muestra de respeto. Después de que Curro Robles se desmonterase en banderillas, quiso reverdecer laureles quien ya no tiene nada que demostrar ante uno toro soso de Lagunajanda, que embestía con clase, pero con cansino ir y venir. Se fue casi a los medios el sevillano y citó de lejos, con la muleta adelantada y planchadita. ¡Cuanta nostalgia en una sola imagen! Con el temple y la colocación por bandera, se relajó el matador por el potable pitón derecho. Le andó torero por la cara al astado, dándole tiempo para que recuperase unas fuerzas que apenas tenía. ¡Qué importantes esos tiempos entre tanda y tanda! De nuevo atacó con la muleta en la diestra, suave y por abajo. Cuando El Cid se echó la muleta a la izquierda -la suya, la buena, la de los billetes- ya no tenía enemigo. La falta de casta es lo que tiene. Alargó por demás el trasteo el de Salteras y lo pagó en la suerte suprema, donde el toro ni se quiso arrancar al embroque. La espada, siempre esa maldita espada.

No le gustó al Cid de salida el toro de El Ventorrillo que remendó la corrida de Lagunajanda. Ni siquiera los lucidos pares del Lipi, que se desmonteró, hicieron cambiar de opinión al de Salteras. No se confió nunca con la muleta en la mano en una faena larga con excesivas precauciones por parte del matador, siempre colocado al hilo del pitón y sin tirar esa moneda que pedía el toro. Demasiado compromiso quizá para un diestro que está de vuelta y al que aún le esperan compromisos importantes como Bilbao, Sevilla y quizá Madrid y Zaragoza. Aún así, el sevillano se despidió de La Malagueta con una generosa y cariñosa vuelta al ruedo, que tuvo más sabor a pasado que a presente.

Abrió la tarde Curro Díaz intentando -sin lograrlo- estirarse con gusto a la verónica ante un toro que, tras cumplir en varas, puso en muchos problemas a la cuadrilla en el segundo tercio. Brindó a uno de los grandes ausentes de la Feria, el triunfador de 2018, Saúl Jiménez Fortes, antes de un inicio con sabor torero, tan de Curro. Exigía el de Lagunajanda que se le hicieran las cosas por abajo, con firmeza. No quería nada que no fuera así. A cambio ofrecía una embestida entregada y codiciosa, con esa transmisión que llega al tendido. Curro Díaz, por momentos, le dio al toro lo que pedía, pero en otros, en cambio, se vio superado por las infatigables arrancadas del animal que, eso sí, por el izquierdo no tenía uno. Quedó la sensación de que la conjunción entre toro y torero no llegó a ser completa. Aún así, el público de Málaga, cariñoso, le sacó a saludar pese a los fallos con el acero.

Poco pudo hacer el de Linares ante un cuarto de comportamiento cambiante y desconcertante en el último tercio. Lo mismo cogía la muleta por abajo con codicia, como reculaba acobardado ante el cite del matador. Y, además, con peligro. Una joya. Lo intentó el matador por ambos pitones, más incluso de lo que se merecía el animal.

Casi local se considera en esta tierra a Joaquín Galdós pues se formó en la Escuela Taurina de Málaga. Quizá fuese esa presión de sentirse querido y exigido por los 'casi' suyos lo que le hizo acelerarse en exceso en su primer toro, uno de Lagunajanda enclasado y noblote, pero sin transmisión ninguna. Poco alma en cada embestida. Acertó en la distancia, larga, porque el astado se arrancaba con alegría, como demostró en un segundo tercio en el que se desmonteró Antonio Chacón, pero le faltaba casta y codicia en el embroque. Quiso cuidarlo el peruano, con la muleta siempre a media altura y sin obligar al animal, pero aquello no cogió vuelo. Era imposible. Saludó tras pasaportar al animal de una fea estocada mientras en el palco brillaba por su ausencia el pañuelo indicador de un aviso que, por tiempo, debió sonar en La Malagueta.

El sexto de Lagunajanda no salvó el honor de la ganadería. Más bien sirvió de coherente final a una corrida manejable, pero descastada y desrazada. Nada pudo hacer Joaquín Galdós ante 'Pestiño', curioso y acertado nombre para el toro que cerró la tarde que sirvió de agridulce despedida del Cid. 

FICHA TÉCNICA

Plaza de toros de Málaga. Tercera de Feria. Viernes 16 de agosto. Un tercio de entrada en tarde soleada y con calor.

Se lidiaron cinco toros de Lagunajanda, correctos de presentación y manejables, pero deslucidos y descastados en líneas generales; y uno de El Ventorillo (quinto), bien presentado y de embestida descompuesta.

Curro Díaz (de grana y oro): media estocada trasera tras dos pinchazos (saludos); estocada caída tras pinchazo (silencio). 

El Cid (de Chenel -lila- y oro): estocada entera y atravesada tras dos pinchazos (silencio); estocada atravesada y dos descabellos (vuelta tras aviso)

Joaquín Galdós (de caña y oro con remates en negro): estocada trasera que hace guardia; media estocada y dos descabellos (silencio).