De casa principal a hospedaje: la Posada del Rosario

Elvira Valero
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Uno de los edificios más emblemáticos de la capital albacetense perteneció a uno de los linajes más destacados de la hidalguía local: el de los Cantos Barnuevo

Imagen del inmueble en los años 70, donde se aprecia la vieja tienda con su marquesina. - Foto: Archivo Histórico

La posada del Rosario es un edificio único, representativo de una tradicional arquitectura de casa hidalga del primer tercio del siglo XVI. Luis Guillermo García-Saúco en su obra Apuntes para una historia del Arte en Albacete, nos dice que la construcción es de planta cuadrada y se articula alrededor de un patio interior de idéntica estructura, con un sistema adintelado de columnas de cierto carácter jónico en el cuerpo inferior, mientras que en la planta superior toda la estructura, también adintelada, es enteramente de madera, conformando una hermosa galería cerrada. El acceso a las distintas estancias, tanto arriba como abajo, se realiza a través de variados arcos góticos, mixtilíneos, conopiales o escarzanos, labrados en yeso. La entrada original se sitúa en un extremo, casi en un ángulo, no en el eje, con un gran arco de medio punto de cantería de amplias dovelas que da paso al zaguán y de éste, en eje acodado, al patio interior, en un recurso de privacidad, como también las ventanas, todo de estirpe y tradición musulmana. En conjunto, presenta una mezcla gótico-mudéjar-renacentista.

Es el más antiguo de los inmuebles civiles que se conserva en Albacete, y, además, ahora podemos afirmar que perteneció a uno de los linajes más destacados de la hidalguía local: el de los Cantos Barnuevo. La vinculación de la propiedad a un mayorazgo y su transmisión a los herederos, los Pando Barnuevo, condicionaron su habitabilidad y su cambio de destino cuando se transformó en posada. Gracias a esa adaptación ha llegado a nuestros días; siendo, por otra parte, la única de las antiguas posadas conservada.

La investigación sobre la familia propietaria en el siglo XVIII, los Pando o Pando Galiano de Cantos y Cañavate -como gustan llamarse cuando reciben la herencia de su tío Andrés de Cantos Barnuevo Cañavate-, nos ha llevado al mayorazgo heredado por éste de su abuelo, Andrés de Cantos, hijo del bachiller Diego de Cantos, sucesor, en 1581, en el mayorazgo instituido por Andrés de Cantos.

Pando no es un apellido oriundo de Albacete, aparecerá en 1707 por la alianza matrimonial entre Ángela Josefa Galiano de Cantos Barnuevo, natural de la villa, y Manuel Pando y de los Cobos Sabiote y Domínguez de Zanoguera, natural de Madrid, hidalgo y caballero del hábito de Calatrava. Ambos serán los padres de Fernando, presbítero de la iglesia de San Juan, y de Francisco Javier de Pando y Galiano, procurador de la villa de Albacete, además de regidor y alguacil mayor en Chinchilla, donde se casará con Ana María Barnuevo y Robles, aunque vivirán en Albacete según consta en el padrón de vecindades de 1761. El matrimonio tuvo dos hijos, Ángela y Manuel Pando y Barnuevo, bautizado el día 4 de julio de 1751. El expediente de ingreso de este en el Seminario de Nobles de Madrid, en 1764, nos ha proporcionado los datos genealógicos.

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