Editorial

El sistema judicial europeo se pone a prueba con Puigdemont

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La Justicia italiana pone en tela de juicio una orden del Tribunal Supremo español, sobre un asunto de gran trascendencia en el plano político nacional

El líder independentista y ex presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, fue detenido el jueves por la noche en la isla italiana de Cerdeña por la Policía del país transalpino. Inmediatamente ingresó en prisión al estar vigente la euroorden de busca y captura emitida por el Tribunal Supremo por el procès, en la que se el atribuye al político independentista los delitos de sedición y malversación, entre otros. Durante toda la noche fue visitado por una docena de independentistas y cargos de la Generalitat de Cataluña y del Parlamento catalán, desplazados hasta la isla sarda nada más conocer la noticia del arresto del líder secesionista.

Los acontecimientos sufrieron ayer un giro de guión cuando la Corte de Apelación de Sassari, en Cerdeña, decidió poner en libertad a Carles Puigdemont, después de considerar que no había razón para mantener en prisión al expresidente de la Generalitat. Tampoco le impuso ninguna medida cautelar, por lo que Puigdemont puede abandonar la isla italiana cuando quiera. Eso sí, el tribunal fijó para el 4 de octubre una vista para tomar una decisión sobre la validez de la euroorden emitida por el Tribunal Supremo. El juez Llanera, que fue el instructor del procès, ya envió un oficio al representante de Eurojust en España, que a su vez lo mandará a la Corte de Apelación de Sassari, en el mantiene la plena vigencia de la Orden Europea de Detención y Entrega firmada el 14 de octubre de 2019.

Una vez más, el sistema europeo hace aguas. En esta ocasión, lo hace en el plano judicial, donde la Justicia italiana pone en tela de juicio una orden del Tribunal Supremo español, sobre un asunto de gran trascendencia en el plano político nacional. Mientras los jueces deciden si son galgos o podencos, el líder independentista, Carles Puigdemont, sonríe, sabedor que es una oportunidad para mantener vida la llama del secesionismo catalán, en horas bajas en los últimos meses. Las reacciones, en forma de manifestaciones, no se hicieron esperar en Barcelona en un intento de reactivar a la masa social que rechaza al Estado.

Ahora, el Gobierno de Pedro Sánchez se encuentra en una encrucijada, con varios frentes abiertos y ninguno resuelto con los principales actores de la detención de Puigdemont en Cerdeña -Mesa de diálogo de Cataluña y renovación del Consejo General del Poder Judicial-. Si apoya a unos, otros se sentirán soliviantados y viceversa. Es hora de la alta política, un ámbito en el que el Ejecutivo de Pedro Sánchez demostró varias veces que no es su fuerte. Ahora mismo, buena parte del futuro de la política nacional depende de la decisión de un tribunal de Cerdeña, pero hasta el 4 de octubre, la inestabilidad será nota dominante en España.