«Parte de mi carrera consistió en luchar contra prejuicios»

V.M.
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«Creo que las canciones pueden ser mucho más que palabras bonitas en un estribillo»

Christina Rosenvinge, ayer en el Teatro Circo. - Foto: Rubén Serrallé

La cantautora madrileña Christina Rosenvinge presentaba ayer su debut literario en laSala Pepe Isbert del Teatro Circo, un acto organizado por Librería Popular y Literatura Random House. La cantante, todo un icono del pop nacional desde los años 80, que fue galardonada en 2018 con el Premio Nacional de Músicas Actuales, comentó a La Tribuna de Albacete algunas particularidades de Debut. Cuadernos y canciones, al tiempo que repasó su trayectoria artística. 

¿Puede considerarse como un recorrido por tres décadas de carrera o más bien como reflexiones vinculadas a sus composiciones?

En realidad el libro es mucho más que un cancionero, son las memorias de alguien que transmite todo lo que siente o lo que piensa en formato de canción. Tiene una intención más amplia que hacer un libro para fans y el ejercicio que hice fue coger mis grabaciones, escucharlas, ir al momento en que las escribí y recrear el relato de esos días, por eso a veces toma forma de diario y a veces de reflexión, es una especie de relato multiforme.

«Algunos de estos hilos me devuelven a momentos de felicidad tranquila que la estúpida memoria se empeñaría en borrar si no estuvieran pegados a la chispa eléctrica de una canción», ¿una frase reveladora acerca de esa intención?

Efectivamente, es extraño cómo funciona la memoria, que tiene sobre todo la función de recordarnos lo malo para ayudarnos a sobrevivir, las malas experiencias se quedan grabadas con una impronta más profunda que la feliz cotidianidad; sin embargo en el momento que escribes una canción, objetivamente feliz, la subida adrenalina es tan potente que ese momento queda grabado como si hubiera sucedido algo transcendental.

¿Cómo transcurrió ese tránsito del punk latente en Ella y  Los Neumáticos o el pop desinhibido de Álex y  Christina al movimiento indie o a los reconocimiento y premios?

Gran parte de mi carrera consistió en luchar contra los prejuicios establecidos y en hacerme mi propio espacio, porque no respondía a un arquetipo musical conocido, es decir que puedes cambiar de idioma y sonido sin perder la personalidad.

En la última parte del libro, La palabra exacta, indaga en los entresijos de la composición, ¿qué temas le motivan más actualmente y cómo se desarrolla ese proceso?

Normalmente, cuando empiezo un disco lo primero que hago es tomarle el pulso a los tiempos en los que estoy viviendo, intento ir de la propia experiencia a la común. En el último disco, a través de la figura de mi padre, de la masculinidad tradicional,  hacía un análisis muy emocional de ello, porque me parecía algo pertinente y en La joven Dolores me aproximaba a la revisión de algunos mitos femeninos. Siempre establezco ese juego, porque creo que las canciones pueden ser mucho más que palabras bonitas que suenan en une estribillo y pueden recoger corrientes de pensamiento de una manera subjetiva, son vehículos de transmisión realmente muy poderosos.

Musicalmente bebe en un amplio abanico de fuentes, trabajó con figuras de la talla de Lee Ranaldo (Sonic Youth), Nacho Vegas, Georgia Hubley (Yo La Tengo), ¿en qué género o corriente se situaría hoy?

Sigo bebiendo de muchas fuentes distintas. Por un tema de edad a la que generación que más me he acercado fue al rock alternativo de los 90, pero me parece muy limitado quedarse en ello, he bebido también mucho de música contemporánea, de la bossa nova e incluso de libros, poesía y de la propia prensa diaria. El tema sonoro es más que nada cuestión práctica, tiene que ver con los músicos y los instrumentos que tengo a mano en el momento de hacer el disco.

Como apunta en Debut, ¿quizás la obra de arte pierde su propia esencia si se le imponen condiciones?

Así es, a veces los artistas recibimos mucha presión externa por parte de las compañías discográficas y yo defiendo la independencia absoluta del arte, creo que es fundamental no intentar agradar a nadie, sino obedecer a criterios propios, porque en el preciso momento que intentas agradar a otros te estás traicionando a ti misma.