Audrey, una actriz con estilo

Juana Samanes
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La inolvidable protagonista de 'Vacaciones en Roma' es la estrella de una nueva colección de películas en DVD y Blu ray

Audrey, una actriz con estilo

Desde que Audrey Hepburn hizo la prueba ante la cámara para interpretar su primer papel protagonista, una ficticia princesa Ana en Vacaciones en Roma, allá por el año 1953, los que la vieron fueron conscientes de que se encontraban ante una actriz especial que rompía moldes; nada que ver con voluptuosas estrellas, como Marilyn Monroe, que triunfaban en aquella década. Su aspecto frágil, de delgadez extrema -consecuencia de la desnutrición que padeció en Holanda en su adolescencia durante la Segunda Guerra Mundial- y su rostro, con unos enormes y cálidos ojos de cervatillo, de mirada amable, eran el verdadero reflejo de su personalidad. 

Nacida en Bruselas en 1923, Audrey Kathleen Ruston, conocida artísticamente como Audrey Hepburn, fue la única hija de un inglés, Joseph Victor Anthony Ruston, y de su segunda esposa, la baronesa holandesa Ella Van Heemstra. 

Aunque aspiraba a ser bailarina, los caminos profesionales le llevaron a convertirse en actriz. Llena de sensibilidad, como en ocasiones tuvo que interpretar papeles que nada tenían que ver con ella misma, Audrey creía importante intervenir, personalmente, en la elección de su vestuario porque, como manifestó en alguna ocasión, la ropa le otorgaba la seguridad que le faltaba a la hora de interpretar. 

 Dicen que fue el ingenioso y genial director Billy Wilder uno de los primeros en intuir que Audrey podría convertirse en un icono de la moda debido a sus gustos clásicos y atemporales. En la película Sabrina (1954), el famoso cineasta reunió a la intérprete con el diseñador francés Hubert de Givenchy. Este, que estuvo a punto de rechazar esa colaboración puesto que creyó que la actriz a la que debía vestir era la otra Hepburn: Katherine, quedó encantado tras conocer en persona a Audrey. Con los años, el modisto llegaría a ser uno de sus mejores amigos -nunca le faltaron dada su desbordante humanidad- y la convertiría, de hecho, en su musa. 

Aunque Audrey, en Sabrina, conquistaba en la pantalla a un desganado y poco apropiado Humphrey Bogart, el verdadero triunfo lo consiguió fuera de ella: muchas mujeres querían vestir como ella. Pero sería en otra colaboración con Givenchy, donde el estilo Hepburn, con toque sofisticado, alcanzó su cénit: en la comedia romántica y agridulce Desayuno con diamantes (1961). En esta traslación cinematográfica de la novela Breakfast at Tiffany’s, de Truman Capote, la actriz lució los modelos más recordados de su carrera profesional interpretando a una prostituta de lujo escapista que huía de su patética realidad, y aspiraciones, refugiándose en la Quinta Avenida de Nueva York, la calle de la moda por excelencia, y especialmente en Tiffany’s, una joyería cuyo nombre inmortalizó el séptimo arte para siempre. 

Por eso acaba de salir a la venta un pack en DVD y Blu ray en el que se puede disfrutar de estas dos deliciosas comedias, pero también de Una cara con ángel, Guerra y Paz, My fair lady y Charada. En todas estas cintas el talento interpretativo y la belleza de Audrey son incuestionables.

el secreto de sus ojos. A pesar de ello, su hijo, el psiquiatra Luca Dotti, afirmó en cierta ocasión: «Nunca se consideró bella, era lo suficientemente inteligente para ir más allá de las modas cuando afirmaba que la belleza no está en lo que vistes, en tu figura o en tu peinado. Todo tiene que ver con lo que dicen tus ojos. Ellos son las puertas del corazón que es donde reside el amor».

Fallecida en Suiza, en enero del año 1993, víctima de un cáncer de colón a la edad de 63 años, de Audrey Hepburn merece la pena quedarnos con la preciosa descripción que de ella hizo uno de sus más íntimos amigos, el fotógrafo Bob Willoughby, que la captó en instantáneas humanas e inéditas y que destacaba su bondad y otro aspecto inolvidable de la fisonomía de la estrella: «Poseía una sonrisa que Dios diseñó para derretir el corazón de los hombres».