Regreso a la vida

Agencias-SPC
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Comercios, restaurantes y mercados retoman su actividad en Stepanakert cinco meses después de un conflicto cuyas heridas tardarán aún mucho tiempo en empezar a curarse

Las consecuencias de los bombardeos entre Armenia y Azerbaiyán han quedado inmortalizadas en muchos escenarios de la región. - Foto: Artem Mikryukov

Han pasado cinco meses desde que se decretase el final de la guerra entre armenios y azerbaiyanos por el control de Nagorno Karabaj. Y la capital del territorio separatista, Stepanakert, vuelve a la vida, a pesar de que existe el temor de que se esté viviendo una falsa tregua que pueda derivar en una nueva escalada de violencia en una región en permanente estado de tensión.

«Habrá paz y se la deseo a todos, para que nadie vea una contienda como esta», señala un recluta en la ciudad, uno de los pocos lugares del montañoso territorio que ha quedado bajo control de las autoridades karabajíes tras concluir el conflicto armado.

En Stepanakert, los habitantes, generalmente parcos en palabras, no dejan entrever a primera vista las secuelas de esta cruenta guerra, que ha diezmado la generación de jóvenes hombres nacidos en los años 2000 y 2001, además de reservistas y voluntarios mayores.

Un memorial con las fotografías de soldados caídos frente al palacio presidencial recuerda cada día la tragedia que viven muchas familias que han perdido a seres queridos en la guerra.

Delante de los retratos, una mujer reza en voz baja. En su rostro se ve un gran dolor y trata de contener el llanto entre sollozos. En vano.

En el conflicto armado fallecieron más de 5.500 soldados de ambos bandos y casi 150 civiles, de acuerdo con datos oficiales, y decenas de miles de habitantes huyeron de los combates.

El Karabaj contaba con más de 150.000 habitantes cuando estalló el conflicto en septiembre pasado, de los que unos 90.000 abandonaron la autoproclamada república -reconocida internacionalmente como Azerbaiyán, pero poblada por armenios étnicos-, según Rusia.

Fueron las tropas azeríes las que comenzaron una embestida terrestre contra el territorio, en tensión desde hace décadas.

De acuerdo con el Kremlin -vital para que concluyese el conflicto mes y medio después-, 51.065 refugiados han regresado a Artsaj (nombre armenio de Nagorno Karabaj) desde el final de la guerra.

Reconstrucción, en marcha

Los cañones y los bombardeos se silenciaron el 10 de noviembre tras rubricar los líderes azerí, Ilham Alíev, y armenio, Nikol Pashinián, un acuerdo de alto el fuego con mediación de Vladimir Putin en virtud del cual Azerbaiyán recuperó más de dos tercios del territorio que ocupaba Armenia desde la guerra de 1992-1994, incluido en el Karabaj.

En Stepanakert, donde impactaron varios cohetes de las fuerzas armadas azerbaiyanas durante la contienda y donde Rusia ha abierto un centro de respuesta humanitaria, la reconstrucción está todavía en marcha.

En el barrio del mercado, Gegham, oriundo de Hadrut, ciudad recuperada por las autoridades de Bakú, trabaja en una de las viviendas dañadas. Él perdió en la guerra su casa y más de 100 cabezas de ganado.

Hace tres meses, la capital karabají era una ciudad desierta. Los hombres se marcharon al frente, los niños fueron evacuados y las mujeres y los ancianos que se quedaron vivían en refugios subterráneos.

Ahora, los restaurantes y cafés vuelven a llenarse y los comercios están abastecidos, si bien aún se ve poca clientela en los negocios minoristas fuera de las despensas de alimentos y supermercados.

Las calles están limpias y los servicios públicos funcionan de nuevo. Y al mercado, donde durante la guerra los únicos clientes eran soldados, ha regresado a la vida y al regateo.

Rastro de destrucción

Pero los rastros de la guerra son visibles en varios lugares de la capital karabají, incluidas infraestructuras civiles, como en el moderno edificio del hospital central, donde un guardia muestra el ala que quedó dañada en uno de los ataques azerbaiyanos.

Y en la escuela número 10 de Stepanakert, donde en octubre pasado había cráteres y numerosos proyectiles sin estallar en el patio, todavía son visibles los impactos de los cohetes, con restos de estuco y yeso en el suelo y sin apenas cristales en las ventanas.

Más de 30.000 niños y adolescentes se quedaron sin clases después del estallido de la guerra, según apuntan las autoridades karabajíes. 

Ahora se escuchan de nuevo las voces de críos en las clases de Medio Ambiente, Ajedrez y Literatura. En esta última, Milana lee una carta a una amiga imaginaria de la diáspora armenia.

«Mi amiga desconocida, mi amiga que ya te has vuelto íntima, sabes que lo que más pido a Dios de rodillas, como si fuera mi madre, es que nunca jamás haya una guerra en nuestro mundo, para que todos los hombres puedan vivir felices y en paz», reza la pequeña. Un mensaje del que, sin duda, hay que tomar ejemplo...