La magia de los pueblos originarios

Charo Barrios
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Clyo Mendoza debuta en el mundo de la novela con 'Furia', una obra hipnótica con personajes que están llenos de matices

La magia de los pueblos originarios

 El debut novelístico de Clyo Mendoza (Oaxaca, 1993) con Furia (Editorial Sigilo) ha provocado un pequeño sismo en su México natal. «Una novela alucinante, hipnótica y hermosa, como la contemplación del desierto», dijo de ella el afamado escritor de este país Juan Pablo Villalobos. 

Erótica, también, aun no siendo esa la intención de la autora, porque el erotismo es una pulsión que acompaña a cada personaje, en ocasiones como la única forma de entender su propia existencia, su propio cuerpo y su propio abuso, incluso el que desconoce, el que le precede, el que está guardado en su sangre o en sus genes. «El erotismo de algunos personajes es malsano justamente porque es oscuro, en el sentido de que es confuso o poco inteligible, en el sentido en el que se desconoce su origen y por tanto su cauce. Un cauce que por ratos es más bien inundación», señala con covicción la joven autora, que ha empezado fuerte. 

Al principio, conocemos a dos desertores de bandos opuestos, dos hombres que se aman para huir de su desamparo. Su sufrimiento es palpable, pero Mendoza no cree que las pulsiones eróticas estén vinculadas necesariamente con el dolor y la muerte. Antes de escribir Furia, había leído y explorado su propio erotismo a partir de las concepciones de los pueblos originarios, indígenas, de América y de India, «antes de que hubiésemos sido conquistados y antes de que pusiéramos la idea del amor en la moral y en el ser crucificado que sangra con una corona de espinas».

De esas enseñanzas colige que el erotismo es otra cosa, que nos conecta con lo divino, aunque se nos muestra embarrado de otras concepciones limitantes que hacen que neguemos el placer de la experiencia de tener un cuerpo. Eso es lo que atraviesan la mayoría de los personajes de esta obra, esa herida de no poder solucionar la encrucijada de donde proviene su propio cuerpo, su propia existencia, su propio deseo. 

armar un puzle. Mendoza fue becaria de la Fundación Antonio Gala y, en 2017, obtuvo el Premio Internacional de Poesía Sor Juan Inés de la Cruz. Poeta antes que novelista, y quizá eso explica la fragmentación del relato, fruto de un caos intuitivo. Confiesa que su proceso creativo, basado en corazonadas, en viajes de todo tipo, en decisiones intempestivas, le resulta incomprensible; pero es así cómo la historia se va armando por sí misma. Su papel es el de catalizador, con su mente racional y con lo que ha aprendido sobre la técnica, ella pone orden en un rompecabezas que a veces es frustrante armar.

A esa confusión (que, por otro lado, tiene todo el sentido) contribuye el narrador, un mercader, una representación del diablo, pero no en el sentido cristiano, sino en el sentido en el que le fue contado por personas ajenas al cristianismo y que no pudieron encontrar otro nombre más que ese, diablo, para hablar de quien lo sabe todo por cercanía con lo humano y que interviene únicamente para acelerar el curso de las cosas; el que asume la culpa de los errores de los otros y está dispuesto también a pagar el costo y a cobrarlo. 

Cosmogonía

¿Realismo mágico? Para Mendoza, ese término que alude al momento singular en el que lo peculiar es cotidiano, tiene todo que ver con la cosmogonía de los pueblos originarios, donde la magia que no es interpretada como magia por ellos mismos, sino como algo real. «Para ciertos pueblos indígenas o afrodescendientes, el animismo, la brujería, el chamanismo, no son fenómenos de percepción, son la realidad objetiva, por decirlo de alguna manera», señala.  

Lo sabe por propia experiencia. Su madre, que era maestra rural, enseñó en poblaciones a veces inhóspitas, incomunicadas, donde había extrema pobreza o problemas terribles como ser mano de obra del narco. Clyo Mendoza vivió todo ese trasiego, con varios paréntesis urbanos, «a donde mis papás me llevaban, supongo que para no desfamiliarizarme con esa vida a la que yo estaba de alguna forma obligada». 

Su peregrinar duró hasta que, consciente de que un día iría a la universidad, se fue a estudiar a la ciudad. No fue una decisión fácil; pero, ahora, le costaría mucho volver a vivir como antes, entender lo que entendía de chica. 

Me y le pregunto si cree que esa experiencia tendrá un eco especial en España… «Eso espero. Todes tenemos nostalgia del mundo natural, del jardín primordial, de las cosas que fuimos olvidando». 

Ella misma, a través de la ficción incluso, trata de no olvidar que ese otro mundo existe, que estuvo allí. Y, cuando escribe, apela a eso, a esa melancolía profunda que habita hasta en las personas que más aman las ciudades. 

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