Hijos del Cuerpo

Ana Martínez
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La tercera generación de la familia Guerrero entra en el Parque de Bomberos de Albacete y coincide un solo turno con su padre, como él lo hizo con el suyo hace 32 años

Hijos del Cuerpo - Foto: Rubén Serrallé

Protagonizan una historia de esas que pasan muy pocas veces en la vida. De las que hoy diríamos que se hacen virales en las redes sociales. Un relato familiar entrañable y bastante infrecuente que tiene como único escenario el Parque de Bomberos de Albacete y que se desarrolla desde la década de los 70 hasta nuestros días. Parece como si las tres generaciones de la familia Guerrero hubiesen seguido a pies juntillas el refrán que dice «Donde fueres, haz lo que vieres», aunque quizá su biografía genealógica ha sido más fruto de la casualidad que de la previsión. 
La historia comenzó hace medio siglo, cuando Fernando Guerrero Morcillo, alias El Zoco, fue trasladado del servicio de limpieza del Ayuntamiento, donde ejercía como conductor, al Parque de Bomberos que, por aquellos años, se encontraba en los mismos terrenos que la actual Casa Consistorial, junto a la Casa de Socorro y enfrente de la Santa Iglesia Catedral. La llegada de Fernando al Servicio Contra Incendios del Ayuntamiento fue casual. Con 43 años y como funcionario municipal, lo trasladaron a conducir vehículos de extinción de incendios junto a otros tres o cuatro compañeros. Poco intuía entonces El Zoco que su nieto haría lo propio, ya como bombero-conductor, casi 50 años después.
Cuando Fernando Guerrero entró a formar parte como conductor de los Bomberos de Albacete, su hijo Antonio apenas contaba con 12 años de edad. Por aquel entonces, la familia Guerrero Carrasco vivía en un bajo del barrio de San Pablo y Antonio recuerda cómo la Policía Local iba a buscar a su padre a las dos, las tres o las cuatro de la madrugada para llevarlo hasta el Parque de Bomberos ante el aviso de un incendio: «Recuerdo que se montaba en la moto del policía con su tabardo, yo salía a verlo porque me parecía espectacular; también iba a visitarlo al antiguo parque, donde ahora está el Ayuntamiento, me subía a los vehículos, bebía de los botijos que tenían allí, recuerdo las dos o tres camas que tenían para descansar, el patio donde pasaba las tardes…», recuerda Antonio Guerrero Carrasco.

 

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Hijos del Cuerpo - Foto: Rubén Serrallé

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