Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


El animal que somos

23/11/2021

Es imposible mantener hoy día la teoría fixista sobre los seres vivos, defensora de que fueron creados en tiempos remotos tal como son ahora. Ni son inmóviles ni hay un muro entre ellos sino un progreso fruto de la evolución de la materia viva. El caballo tiene un lejano pariente en el pequeño Eohippus del Terciario y en un chimpancé sentimos un aire de familia, como una foto borrosa en donde aparecemos nosotros.
 Aunque el hombre sea el dominador del mundo, no es posible excluirle de la naturaleza animal, aunque son inciertos los límites que separan al hombre del resto de los animales en los que yo señalaría la carencia de autoconocimiento, la falta de proyecto vital, la conciencia circular de la existencia, y la carencia de pensamiento abstracto. Ya digo que los límites son a veces difusos porque delfines, pulpos, perros y caballos son capaces de juego y de sentimientos.
Los animales deben ser bien tratados, -en el fondo para satisfacer nuestra propia sensibilidad- y los privilegios que les otorgamos son gratuitos porque no puede ser sujeto de derechos quien no tiene capacidad para adquirir responsabilidades.
Los animalistas montan ceremonias y derraman lágrimas para dar su adiós a los cerdos que llegan en camiones al matadero. Pero el sacrificio por medios indoloros de los animales de los que nos nutrimos es racional, habida cuenta que el cerdo no padece la muerte porque la ignora. Dando curso a esta ideología, hasta las ensaladas serían prohibidas, puesto que las lechugas son seres vivos. Todo es esperable de ese Ministerio de Humo que para hacerse notar en vez de abaratar el consumo de la electricidad ha declarado la guerra a los donuts.
Los movimientos animalistas son realmente religiones y viven de mitos con lo que su conducta es más irracional que la de sus protegidos. Puestos a no comer productos animales, los más estrictos rechazan los huevos, la leche y la miel. Los más locos sacan el espantajo del heteropatriarcado diciendo que los gallos son violadores de las gallinas y hay que imponerles una orden de alejamiento. Tampoco debemos consumir animales hembras para proteger de la explotación a las gallinas, a las ovejas y a las vacas. Pero los pollos y los corderos, allá ellos.
Ese mix de feminismo, ecologismo, veganismo y sexismo crea un mundo acientífico y realmente antinatural, en donde el animal es el mudo depositario de la ideología, los anhelos y las frustraciones de sus promotores.
La última parida de la podemia que padecemos, es la ley que niega el nombre de 'animales de trabajo' a las bestias de labor porque no pueden sindicarse. Frente a los sindicalistas liberados que no dan un palo al agua, prefiero el ejemplo de quienes no están sindicados pero trabajan. Para el progreso de España, me quedo con el perro policía, el caballo del médico rural, el perro guía de ciegos, el buscador de extraviados y con la mula. Antes que con el director de Bienestar Animal que se levanta 80.000 euros anuales por inventarse estas ocurrencias.