En España, el consenso educativo se reduce a tres puntos. (1) La educación es la mejor inversión de una sociedad. (2) El Estado nunca había gastado tanto dinero en educación y los resultados del aprendizaje siguen empeorando. (3) El sistema educativo se ha convertido en una de las principales armas de manipulación ideológica de los partidos políticos. A nuestro entender, la mejor solución a este círculo vicioso es el vale escolar, basado en la libertad de creación y elección del centro escolar. 
Aprovecharé todas las ocasiones que se presenten para repetir este mensaje. La penúltima es la sentencia que obliga a las comunidades plurilingües a impartir en castellano el 25% de las asignaturas. La Generalitat ha dejado claro que no piensa acatar la sentencia. Tamaña rebeldía contra la ley y los tribunales quedaría en nada si existiera libertad de creación y gestión de centros educativos. Yo, al menos, escogería el colegio (público o privado) que asegura a mis hijos pleno dominio del castellano y del catalán. 
La última, es el rifirrafe entre Vox y el PP en la Comunidad de Madrid a cuenta de la ideología de género en las aulas. El problema tendría solución fácil si cada centro especifica su postura de antemano. En el ideario de un colegio leeremos: «Este centro defiende los principios constitucionales de igualdad de oportunidades y no discriminación». En otro: «Este centro defiende los ideales tradicionales del feminismo: privilegiar a las mujeres para colocarlas en el punto de partida adecuado». En otro: «Este centro se sitúa en la vanguardia Lgtbi. Sus hijos aprenderán que tiene derecho a elegir el sexo que deseen y disfrutarán del sexo ya en la escuela». Me atrevo a presagiar que los hijos de las familias favorables al tercer modelo cabrían en el despacho de la ministra Irene Montero.