"Este último tramo de la vida no se puede desperdiciar"

Maite Martínez Blanco
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La matriarca de las letras albacetenses, la escritora Dionisia García, será homenajeada este jueves a iniciativa de los promotores del II Encuentro del Lenguaje

La escritora y poeta Dionisia García. - Foto: Enrique Martínez Bueso

Alentero es el nombre ficticio que dio a su Fuente Álamo natal en una de sus novelas autobiográficas. Allí nació en 1929, aunque reside en Murcia, ciudad donde estudió Filología Románica y cuya Universidad ha instituido un premio de poesía que lleva su nombre. A su alta edad, como ella misma dice, se mantiene lúcida y activa. Sigue escribiendo a lápiz, para poder corregir, y mantiene viva su curiosidad, «hoy he aprendido una palabra, vintage, y me ha salido un aforismo.  No se si la palabra vintage puede aplicarse a los conceptos y a las ideas, quizá podría ayudar a la renovación que no es despreciable». 

¿Cómo acoge este homenaje?

Los homenajes hay que aceptarlos, son un reconocimiento al trabajo de casi 40 años de publicaciones. Demasiados años. Agradezco el homenaje porque me da lugar a regresar a un lugar entrañable para mi, Albacete, mi ciudad, la verdadera. En Murcia vivo pero es mi ciudad de adopción. Lo importante de estas convocatorias es que supongan un bien cultural, que impulsen la cultura en la ciudad.

¿La poesía vive un buen momento?

No creo que hayan corrido malos tiempos para la poesía. Ocurre que los medios de comunicación no han estado tan a la mano y parecía que estaba más relegada, pero no es así. La poesía siempre ha sido la misma, en los tiempos remotos y ahora, el verdadero escritor siempre encuentra ese momento de clausura para estar en silencio, aún cuando muchas veces se levanta sin haber escrito nada no es un tiempo perdido. El poeta siempre permanece al acecho de su propio rastro, sin olvidar el mundo que le ha tocado vivir. En mi caso he tenido una vida larga, he vivido en un siglo y en otro, y aquí sigo, en esta ciudad que yo llamo de adopción, pero he tenido la oportunidad de viajar a muchos lugares y participar en muchos actos.. 

No se considera dentro su generación, la del 50, porque publicó tarde, en 1976 salió su primer libro, pero sí nieta del 98 e hija del 27, ¿verdad?

Las generaciones son para entendernos, tengo buena amistad con poetas de mi generación como María Victoria Atencia, Brines y tantos otros, es una generación sólida incluso excluyéndome a mi. Se ha mitificado un poco al poeta y al narrador. Somos personas normales que, entre otras cosas, escribimos por un impulso vital. Es la necesidad la que te lleva a un género determinado, también el estado de ánimo influye, pero es sobre todo la necesidad. En mi caso además de poesía he publicado ensayo (Homenaje debido), también tres libros de aforismos, el primero se editó en Albacete de la mano de Andrés Gómez Flores en una colección de la Diputación, lo digo con orgullo.

La Mancha la tiene presente, incluso en su creación literaria.

En Interludio, sobre todo, está muy presente, son paisajes y pasajes de la Mancha. Siempre el rincón donde uno ha nacido se comenta, estuve siete años en Albacete y no he perdido el contacto con la ciudad, tengo buenos amigos. En mis dos biografías noveladas, sobre todo en Correo interior, hablo también mucho de mi lugar de origen, de Fuente-Álamo. Estoy muy ligada a Albacete.

¿En qué momento creativo se encuentra ahora?

Curiosamente, me encuentro en un momento creativo bueno. Este último tramo de la vida no se puede despreciar, sigo escribiendo prosa y verso. Cuando la fuente de creatividad se agote, lo dejo. Siempre la mente manda y en mi caso aún tengo deseo de decir cosas y de aprender cosas, pese a mi alta edad. Los aforismos acuden cuando quieren, como sucede con el poema. El poema, además, no se debe forzar, porque entonces quizás no sea válido. A veces el poema se escribe desde la inmediatez, influye mucho la memoria. En la narración te sientas tranquilamente y entonces puedes propiciarla, el tiempo de espera en la escritura no se pierde, es un tiempo renovado en la escritura. 

Inutilidad de la tristeza es el poema que abre su presentación digital, ¿es esta una de las certezas que ha alcanzado en su larga vida?

La tristeza hay que vivirla, pero no conduce a nada. No nos engañemos, nuestra vida está hecha de momentos buenos y otros adversos, es así y tenemos que aceptarlo. Pero me quedo con lo positivo, para mi es un gran regalo que viva todavía, aunque no todos los días sean buenos para mi, tengo que caminar con bastón y eso ya dice mucho, al menos puedo caminar, otros no pueden hacerlo ni con bastón. La apuesta, el poemario que premió Barcarola, dice mucho de eso. En una vida tan larga, apuesto por los afectos, por el cariño, por los amigos, eso para mi tiene más importancia que la escritura. Estamos aquí para querernos, abrazarnos y ayudarnos. Eso es en lo que creo, pero es que además soy una persona creyente, no porque tenga todas las verdades, sino porque apuesto con esperanza a que en este mundo tan complicado y hermoso tiene que haber tenido una primera mano y en ese lado de la búsqueda estoy. 

El tiempo, la trascendencia vital, están muy presentes en sus versos, ¿es una de sus obsesiones?

En un poema inédito ha salido algo inesperado, el poema se llama Teoría. Antes creía que estábamos inmersos en el tiempo, ahora pienso que pasamos por el tiempo y unos van felices, otros desgraciados, otros malheridos… creo que cerraré mi intervención en Albacete con este poema. 

A su alta edad, ¿sigue creyendo que el mejor poema está por llegar?

Sí, el mejor poema y las mejores líneas de un ensayo, todo está por llegar. Cuando terminamos un poema ya no es nuestro, lo dejamos en la mesa del mundo y si es posible alguien se acercará. Si no tiene lugar ese acercamiento, no pasa nada. 

¿En qué momento decidió que sería escritora?

No decidí ser escritora, pensé que lo que escribía no era para publicar. Los primeros atisbos vinieron en ese internado de monjas dominicas en la calle Salamanca, en Albacete, ellas fueron las primeras que me enseñaron el valor de las palabras, entre otras cosas. Ya en la adolescencia, salía algún verso, algún pensamiento, pero después escribir se convirtió en una necesidad. El arte no se puede explicar y la poesía pretende ser arte. Se ha dicho también que es artificio, arte y oficio, porque después de tener el poema ya plasmado, tenemos que ver los defectos que tiene y es raro que a una persona que escribe le satisfaga totalmente lo escrito. Soy muy crítica conmigo y con los otros, porque escribir es un arte y si no se alcanza esa luz no hay nada que hacer. Desde luego que el mejor poema está aún por escribir. 

Literatura y vida, ¿son una misma cosa?

Lo mismo, escribimos de la vida, de lo que vemos en nuestro entorno, del paisaje, de las personas, mi tendencia es escribir sobre el ser humano. En mis viajes en lugar de mirar los monumentos, que también, miraba como vivía la gente. Siempre me ha interesado el ser, porque es un gran misterio, no llegamos a conocernos a nosotros mismos y por descontado a los demás. Pero dentro de eso hay algo afectivo, de ternura y acercamiento, que vale la pena.

Han escrito de usted que es una de esas escritoras totales, ¿no le abruman estas opiniones?

Creo que no tengo vanidad, tengo el orgullo de haber hecho un trabajo que me satisface aun cuando no sea valorado a ojos de mucha gente. En la historia de la literatura hay grandes nombres y no tengo porque ser uno de ellos, pero siempre he tenido orgullo, porque cuando uno trabaja sobre algo en lo que cree hay que tenerlo. Otra cosa es la vanidad, vanidad ¿de qué?, si en esta vida estamos un ratito y apenas nos da tiempo a conocernos a nosotros mismos.