De la sierra al llano

Ana Martínez
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Viveros no sólo disfruta de las fuentes del Guadiana, sino que cuenta con unas salinas declaradas microrreserva por su singular flora y fauna

Laura, Laureano y Encarna frente a la fuente del municipio. - Foto: Rubén Serrallé

Viveros goza de un entorno envidiable. Su ubicación entre la llanura manchega de El Bonillo y los Campos de Montiel y las estribaciones de la Sierra de Alcaraz, convierten a esta población en una zona rural que ofrece un sinfín de lugares por explorar. Entre ellos, destaca lo que en la localidad consideran el «verdadero nacimiento del río Guadiana», localizado en unas fuentes que se encuentran en Pinilla, pedanía a cinco kilómetros de Viveros, que desembocan en la Laguna Blanca de las Lagunas de Ossa de Montiel y Ruidera.

Raro es el vecino de Viveros que no presume de las fuentes del Guadiana y de las salinas de Pinilla, un conjunto declarado microrreserva por su singular flora y fauna que se formó alrededor de un pozo que extrae las aguas de una corriente subterránea que atraviesa un filón de sal útil para uso doméstico.

En su casco urbano, Viveros disfruta cada día de la iglesia de San Bartolomé, patrón de la localidad, un templo del siglo XVI que se atribuye a Andrés de Vandelvira, en cuyo interior se encuentra una imagen del año 1300 de la Virgen de las Aguas, patrona del municipio.

Lo sabe bien Laureano Molina, un vecino jubilado de 69 años que ha residido durante su etapa profesional en Barcelona, «dedicado a todo», lo último taxista. Echaba tanto de menos su localidad natal, que a Laureano nunca se le fue de la cabeza la idea de regresar a Viveros para montar un negocio de reparación de electrodomésticos que «podría haber sido muy rentable».

Con esa espinita clavada y una vez separado de su mujer, un nuevo amor en Viveros le ha permitido regresar a sus orígenes, de los que lleva disfrutando desde hace cinco años. «Barcelona es una ciudad muy agradable para vivir, pero aquí el ambiente es muy diferente, mucho más tranquilo; aquí se gana en identidad».

Aficionado a las manualidades y al bricolaje, Laureano no tiene tiempo de aburrirse en Viveros, entre el café de la mañana y el aperitivo de mediodía, sus paseos por el campo a diario y sus hobbies, se le pasa el día volando. «En este pueblo somos poca gente, pero hay mucho ambiente», presume.

Dicen que la España vaciada necesita de jóvenes que fijen población y garanticen la natalidad. Un buen ejemplo es Laura Pedregal, que salió de Viveros rumbo a Albacete para estudiar Estética. Tras ocupar distintos trabajos, en verano de 2020, en pleno estado de alarma por Covid y a la espera de ser llamada de la bolsa de trabajo de limpieza, decidió regresar al pueblo para reabrir la panadería que sus padres habían cerrado hace 17 años. «De momento lo he reabierto como despacho de pan y en un futuro pondré en marcha el horno», relata. Dice que el regreso a Viveros ha sido todo un éxito, para nada un fracaso, siempre lo llevó en su cabeza y ahora que lo ha conseguido «estoy muy contenta».

Con 27 años, Laura asegura que en el mundo rural se vive «estupendamente» y que hace lo mismo que en cualquier ciudad de mayor tamaño: «Albacete está aquí al lado, si me apetece voy al cine o a un concierto, porque me gusta mucho la música en directo, pero Viveros se anima mucho los fines de semana y siempre encuentras a alguien con quien estar».

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