«Siempre hay algo de la tierra en mis trabajos, sobre todo del mundo rural pero huyendo de la habitual perspectiva urbanita». Así en líneas generales se define el barrajeño Juan Vicente Castillejo, que acaba de concluir San Roque, su nuevo cortometraje, muy satisfecho de reflejar esas vidas y esas vivencias que también existen en el entorno manchego, donde, como añade, contamos con tanta variedad de contextos sociales como personas «y no hay que fijarse siempre en los mismos aspectos que son más clichés que otra cosa». Esta nueva obra, que se desarrolla íntegramente en su pueblo, del que salió a los 15 años hacia Albacete y después a Madrid, donde hace tiempo que reside profesionalmente ligado a la creación y distribución cinematográfica, se suma a muchas otras anteriores como director, guionista, técnico, productor, montador, gestor cultural y lo que le echen. Y, claro, desde su mente creativa, con varios proyectos inmediatos.
Como es lógico el título de este reciente corto, en el que cual es habitual en su autor incluye una pátina de humor, hace referencia a las fiestas del patrón de Barrax, y de media España. Y también le sirve a su máximo responsable para presumir de La Mancha «evitando ese complejo enorme que tenemos de infravalorarnos», como denuncia. La historia trata sobre dos chicos y una proposición durante esas fiestas. Los que dan vida a los personajes son Juan Molina y Pablo Lorenzo, dos chicos que no son actores cuyo trabajo «ha sido brutal», según lo califica Castillejo. Quien no esconde que le gusta trabajar con gente no profesional y crear personajes a partir de estas personas: «A veces salen bien y otras no tanto pero el naturalismo, el realismo y la espontaneidad que aportan son magníficos».
San Roque se grabó a primeros de este mes de octubre y estará próximamente en la página web del Notodofilmest, accesible a cualquiera que entre. Es un cortometraje realizado exclusivamente para este concurso aunque después se hará una distribución típica en festivales. «La verdad es el equipo en conjunto está, estamos, muy contentos con el resultado. Lo hemos realizado en un tiempo récord de la grabación, y después también la edición y postproducción la han llevado a cabo en días. Ayuda mucho tener muy clara la idea, tenerlo todo medido y que el equipo con el que has contado lo haga tan maravillosamente bien».
Aunque no recuerda con exactitud cuándo al barrajeño le nació esta compulsiva vocación por las artes visuales, sí que puntualiza que ya desde muy niño le ha fascinado el mundo del cine. «Recuerdo hacer películas caseras con la cámara doméstica de mi tío, organizar teatro de marionetas con mi primo en la calle, con escaso éxito, e incluso performances con el Tubullar Bells de Mike Oldfield, una manta y mi hermana como única espectadora». Y a pesar de no tener antecedentes, sí destaca que su abuelo Emilio siempre le hablaba de un primo suyo que hacía dibujos animados. «Mi abuelo era muy bueno contando historias inventadas por él mismo. Ahora que lo pienso creo que es culpa suya la afición de contar cosas».
Esas raíces barrajeñas, albacetenses y manchegas -«pero no castellano manchegas», precisa- de las que presume nunca le han abandonado, pese a que tuvo que salir de la tierra para graduarse en comunicación audiovisual y periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos. Y no considera que haya dejado su pueblo, donde tiene familia y al que visita con mucha frecuencia, ni tampoco una vinculación a todos los niveles que, afirma, nunca perderá. Es más, durante una década fue el máximo responsable del Festival de Cine Paradiso que dejó de hacerse por distintos motivos en la confianza de recuperarlo pronto junto a otros proyectos. «La asociación que lo gestionaba, y de la cuál sigo siendo responsable, continúa activa y lo estamos encaminando. Espero que en los próximos meses podamos anunciar ese nuevo camino emprendido»
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