«Lucho por mantener la bravura del toro de Salvador Domecq»

Sánchez Robles
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«En el origen de mi ganadería fue decisivo el apoyo de Dámaso González cuya orientación fue fundamental cuando me orientó hacía la gran ganadería jerezana»

El ganadero albacetense Daniel Martínez. - Foto: J.M. ESPARCIA

Cumple a la perfección las tres claves más importantes para ser ganadero de toros bravos: pasión, afición y sacrificio. Es hombre que disfruta especialmente en el campo, en el silencio de una finca. Precavido al máximo y parco en palabras, está convencido de lo que hace y nunca pierde la esperanza.

Es Daniel Martínez Martínez (Vicorto, Elche de la Sierra, 1 de julio de 1943), ganadero que muestra y demuestra en sus sensatos juicios, en sus planteamientos, en su proceder fuera y dentro del planeta de los toros que es excelente persona. Intuitivo y tenaz, sabe adaptarse siempre a la situación. Es sencillo por encima de todo y muy tenaz, aprende pronto. Y lo ha demostrado.

Huérfano de padre desde niño, vivió su infancia en la pequeña aldea de Vicorto en la serranía albacetense, cercana a Elche de la Sierra bajo la protección de sus abuelos. Realizó sus primeros trabajos en casa Capitana hasta que decidió marcharse a la provincia de Barcelona donde vivía una tía suya. Allí trabajó en diferentes oficios, alguno de los cuales continuó posteriormente en las islas Baleares en otra etapa relevante de su vida. Su aproximación al mundo del toreo fue temprana, en etapa juvenil.

«Quise ser torero durante mi estancia en Barcelona, apuntándome en la calle Margarit a la Escuela Taurina de Pedruche, luego bajo los auspicios de la peña Joselito y Belmonte de la ciudad condal tuve también alguna experiencia taurina participando en tentaderos, pero pronto vi claro que no era mi camino, pues me faltaba el valor necesario para torear, una de las notas esenciales de los toreros», afirmó Daniel Martínez.

Tras su periplo balear regresó a Albacete en 1989 con una idea clara: ser ganadero de toros. «Gracias a mi amigo Dámaso González, que fue mi gran impulsor, apoyo y ayuda para cumplir mi objetivo de ser ganadero. Me acompañó a una gran ganadería, la de Salvador Domecq, donde Dámaso era un ídolo, me aconsejó en todo y tomé la decisión de comprar a aquel magnífico ganadero noventa vacas y dos utreros sin tentar. Fue un gran acierto, pero me faltaba el hierro, que lo adquirí a José María Soberino en la Carolina, cuyo anterior propietario fue El Cordobés. Por la amistad de Dámaso, don Salvador me prestaba sementales hasta que fui sacando los míos», recordó Daniel Martínez.

Tarea complicada la del ganadero, pues hay que acertar de pleno y esta cuestión es muy difícil. Ahora analiza aquella historia con plena objetividad. «No acerté plenamente en la primera etapa de mi ganadería, pues seleccionaba para sacar un tipo de toro más grande que pudiera lidiarse en plazas de primera. Debí seguir la línea originaria, que es lo que estoy haciendo ahora, pues considero que es lo que debo hacer para seguir con aciertos», matiza el ganadero.

Plenos y rotundos éxitos tuvo incluso en sus orígenes ya fuera en novilladas como las lidiadas en Murcia, Valencia, Granada y Madrid en el debut novilleril de José Tomás, que cortó dos orejas. «Ese día a un novillo lidiado por Rafaelillo le dieron la vuelta al ruedo. Al año siguiente en el primer toro que lidié en Las Ventas, Joselito le cortó dos orejas. En esta misma plaza, Antoñete consiguió los máximos trofeos a otro toro de mi hierro y también tengo un recuerdo extraordinario de una corrida lidiada en Valencia en la que César Jiménez cortó tres orejas», expone.

Y una sentencia al final que fue, es y será su principal objetivo. «Siempre he tratado de mantener la bravura del origen de mi ganadería». Y lo conseguirá con sus conocimientos y tenacidad de siempre, leit motiv de su pasión ganadera. Y todo ello desde una compostura llana, noble, sencilla. Y es que en el caso de Daniel Martinez la sencillez es la grandeza. Así es y así lo demuestra este reconocido ganadero.