Solos

Maricruz Sánchez (SPC)
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Estar sin más compañía que uno mismo es un fenómeno global creciente alimentado en parte por el aislamiento que pueden conllevar las redes sociales y la tecnología

Solos

La primera ola de la pandemia obligó a muchas personas a pasar por una experiencia inédita: estar confinadas en el hogar y conocer de primera mano lo que representa la soledad y el aislamiento. Sin embargo, frente a esta vivencia excepcional y condicionada al coronavirus, hay gente que elige que su existencia sea así voluntariamente. De hecho, hay una palabra surcoreana para referirse a quienes se decantan por esta opción: Honjok. Y es que, la soledad es ya un fenómeno global creciente, alimentado en parte por  las redes sociales y la tecnología, pero también por la tedencia cada vez mayor al individualismo y al rechazo del concepto de familia tradicional.

En desgranar este fenómeno en toda su extensión se centra Honjok. El arte de vivir en soledad (Libros Cúpula), una obra con estrategias y consejos para aprender a hacer planes solo y, a la vez, un manual de crecimiento personal para sacar partido a la soledad. 

En 2017, el término (pronunciado hon-juk) afloró como una expresión de moda entre la contracultura de Corea del Sur, cuando miles de jóvenes empezaron a usarla como hashtag con el que referirse a ellos mismos y las actividades que llevaban a cabo. Hon es la contracción de honja, que significa solo; jok quiere decir tribu. Llanamente, se traduciría como la tribu de uno solo.

Si bien no existe una definición sociológica exacta del grupo al que este describe, los honjok se caracterizan, en general, por realizar actividades en solitario y sacar el máximo partido a su independencia, rechazando así los valores colectivistas de la sociedad surcoreana, que históricamente se han centrado en las necesidades y deseos de la comunidad por encima de los del individuo. Esto incluye resistir la presión de formar una unidad familiar atómica de corte tradicional, en muchas ocasiones renunciando al matrimonio y optando por una existencia en solitario y según los propios términos.

En un país en el que la mayor parte de los miembros de las generaciones anteriores se han casado siendo aún muy jóvenes y esperan lo mismo de los millennials, a fin de perpetuar el legado familiar, el honjok resulta especialmente controvertido. El índice de natalidad de la nación ya está entre los más bajos del mundo, con solo 95 nacimientos de niños por cada 100 mujeres, y algunos especulan incluso que los surcoreanos podrían estar abocados a la «extinción natural» hacia el año 2750. 

Y aun así, si bien los honjok han tomado la decisión consciente de vivir solos, comer solos y pasar el tiempo disfrutando de actividades sin compañía de otras personas, es evidente que gran parte del movimiento surgió como respuesta a unas circunstancias concretas.

De hecho, nació en un momento de gran frustración para buena parte de los jóvenes surcoreanos. Tras años de competición forzada en una economía en desaceleración, así como a resultas de la falta de oportunidades laborales y de movilidad social, las nuevas generaciones del país estaba desesperada ante las malas expectativas de futuro. Muchos sintieron que no les quedaba más remedio que optar por un estilo de vida honjok

De hecho, el número de hogares de un solo miembro en Seúl representa ya casi un tercio del total de la ciudad, un 31,6 por ciento, y está previsto que siga aumentando. En 2026, estos supondrán un 36,3 por ciento, convirtiéndose en la mayoría más numerosa de la nación según los últimos datos publicados al respecto por la Agencia Coreana de Estadística en 2019.

Pero esto no solo sucede en la nación asiática. Los hogares unipersonales resultan más comunes que nunca antes en EEUU, llegando al 28 por ciento del total. Mientras, en otros países occidentales como el Reino Unido o Suecia, cada vez más gente está y vive solo. En este último, 1,8 millones, el 39,2 por ciento de los hogares, un 17,8 por ciento de la población.

Dos caras de una moneda

Tanto si la soledad nos hace sentir cómodos o tristes, estar solo es un estado mental. Algunos aprecian muchísimo esta situación, en compañía únicamente de sí mismos, y atesoran ese tiempo y espacio mental dedicados a ello. Otros tienen serias dificultades; necesitan el consuelo de la compañía.

Así, para algunos, estar solo es una oportunidad para tomarse un descanso y reflexionar; una pausa de las agobiantes presiones de la vida cotidiana. Para otros, es equivalente a no ser digno de compañía y la quietud consiguiente les resulta algo a temer, no a favorecer. Ahí está la clave: estar solo es una elección; la soledad, no.

Si bien el concepto de individualismo lleva presente desde el siglo XIX, las visiones sobre este fueron llevadas más allá por pensadores como Hannah Arendt, filósofa alemana judía, que escribió sobre la relación entre el individuo y la sociedad hasta su muerte en 1975.

Y es que, la soledad, según Sartre, es la esencia de la existencia humana. Al darnos cuenta de que estamos solos, descubrimos que tenemos el control de nosotros mismos, y, por tanto, somos responsables de lo que hacemos y así es como creamos nuestro propósito vital.