La tradición de San Antón

Elvira Valero
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En 1791, el Ayuntamiento de Albacete abrió un expediente «sobre el portento ocurrido el día 23 de enero en la ermita de San Antonio Abad por haberse oído tocar la campanilla que el santo tenía en la mano»

La tradición de San Antón - Foto: Rubén Serrallé

El conocido refrán popular recuerda la proximidad de ambas fiestas porque el día de San Antón o San Antonio abad, celebrado el 17 de enero, abre el ciclo festivo del nuevo año. La imagen del santo se reconoce fácilmente en todas las ermitas, iglesias, pinturas y estampas porque se representa por medio de un anciano barbado cubierto con un capote en el que destaca la letra tau (T) en color azul sobre su hombro izquierdo.

Se apoya en un bastón, del que suele colgar una campanilla y a sus pies siempre lo acompaña un cerdo, iconografía que los imagineros en la Edad Media fijaron al santo como símbolo de las tentaciones de la carne vencidas por este en el desierto. 

Sin olvidar que las principales fuentes de financiación de la orden fueron las limosnas y los cochinillos, que se criaban sueltos por las calles, siendo respetados y alimentados por los vecinos. Cuando llegaba la época de la ‘matanza’ eran sacrificados y su rédito era entregado a los frailes. Tradicionalmente es el patrón de los animales. La relación con estos es profunda, las tentaciones y visiones que el santo soportaba estaban repletas de animales grotescos, aunque también se le atribuye la sanación de varias especies a lo largo de su vida.

San Antón, como popularmente se conoce, siempre gozó de devoción en Albacete. Los antecedentes escritos más remotos datan del año 1519, fecha en que comenzó la edificación de la ermita en la zona norte de Albacete, entonces un despoblado tal y como exigían los estatutos de la orden, junto al antiquísimo camino de san Benito, que enlazaba la villa con los pueblos de la ribera del Júcar. 

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