La Iglesia celebra la infancia misionera

MCS
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En la actualidad, sostiene más de 2.800 proyectos infantiles en las misiones, que benefician a cuatro millones de niños y niñas

El obispo de la Diócesis de Albacete, monseñor Ángel Fernández Collado, rodeado de niños y niñas. - Foto: MCS

¡Empeñarnos en ser misioneros!  Sacerdotes, religiosos… ser misioneros en familia. ¡Ser misioneros en la familia! Nos lo recuerda el director nacional de Obras Misionales Pontificias, José María Calderón, «uno de los regalos más grandes que nos dejó Jesucristo en su forma de plantearnos el discipulado es habernos hecho familia».

Con Jesús de Nazaret, así reza el lema de este año para esta Jornada de la Infancia Misionera, ¡somos familia!

Con Jesús como centro y sentido pleno de nuestra vida; con el trabajo, esfuerzo, sencillez y humildad que representa Nazaret; con un verbo ser, somos, que nos asegura que cumplimos lo que decimos: Familia. ¡Familia! Somos Familia, implica pertenencia, implica comunidad, implica Iglesia, y, por tanto, como Diócesis de Albacete, implica Misión.

Y como nos recuerda la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos, a través de nuestros diversos compromisos, hemos de tener siempre el mismo deseo fundamental que nos empuje a «ser testigos de Cristo» para la salvación del mundo.

Cada uno de nosotros, en nuestros ambientes, tendremos que dar testimonio según una justa concepción de nuestra propia vocación. Somos a la vez miembros del Pueblo de Dios y de la Ciudad terrestre, y lo somos plenamente. Es, por tanto, ante esas dos comunidades, a las cuales pertenecemos por igual, y en ellas donde nos corresponde ejercer, con plena conciencia de nuestra responsabilidad, un servicio penetrado todo él de fe y de caridad. Bautizados y enviados.

Por eso, en este momento tan crucial que está viviendo nuestro mundo, en el que la familia está siendo atacada, en el que siguen muriendo niños de hambre, en el que el miedo o las imposiciones nos hacen adormecer nuestra Fe, tenemos que volver nuestra mirada a Nazaret, allí donde se forjó nuestra vocación. Esa llamada profunda de Dios a nuestra vida, y desde ahí, según esta vocación humana y cristiana propia, sostenidos por las gracias de su estado, tenemos que colaborar al progreso terrestre temporal y al destino eterno de los hombres, en la armonía de un pensamiento y una vida unificados. 

Por eso nunca pasa de moda el lema de la Infancia Misionera: «Los niños ayudan a otros niños». Por eso seguimos ilusionados con trabajar en esa red mundial tan especial que forman niños de más de 120 países, que se forman en la misión, y son capaces de mirar con ojos nuevos este nuestro mundo. Que son capaces de sacrificio y entrega, desde su propia sencillez, ayudando a los niños más necesitados y desfavorecidos de nuestro mundo.

Aquí seguimos, año tras año ayudando a los misioneros a cubrir las necesidades de los niños, con los que comparten su día a día, pase lo que pase. Eso nos hace Familia. Gracias a la generosidad de los niños, apoyados por donantes adultos, se sostienen 2.864 proyectos infantiles en las misiones, que benefician a más de cuatro millones de niños. La gran mayoría relacionadas con la educación y la salud.

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