La joya azul de la Patagonia

Óscar del Hoyo (SPC)
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Considerado como la octava maravilla del mundo, el glaciar Perito Moreno ofrece cada año uno de los espectáculos naturales más sobrecogedores del planeta

La joya azul de la Patagonia - Foto: Óscar del Hoyo

Cuenta una recurrente leyenda de los tehuelches -indígenas americanos- que quien saborea el fruto azul negruzco de la planta del Calafate siempre regresa a la Patagonia. Este pueblo, considerado como dueño originario de aquellos territorios, decidía cada invierno emigrar a pie hacia las tierras del norte, para disfrutar de un clima más benigno y aprovecharse de la abundancia de caza.

El mítico cuento relata cómo en una de esas migraciones la anciana curandera de la tribu no podía caminar más. El frío y el suelo angosto y resbaladizo que debían atravesar había minado sus fuerzas. La peregrinación hacia el sur no se podía detener. Era ley de vida y ella lo sabía. Se quedó sola. Con la única compañía de un viejo toldo de piel de guanaco que hacía las veces de tienda de campaña. Pasaron los días y el aislamiento y la incomunicación hizo mella. La mujer logró aguantar el duro invierno, alimentándose de raíces y demás hierbas, y con los primeros soles de primavera llegaron las aves. La vieja curandera escuchaba día tras día cantar a los pájaros y la leyenda cuenta cómo incluso llegó a comprender lo que querían decir cuando estaban piando.

La anciana se encaprichó de un pequeño pichón al que llamó Shehuen, con el que compartía largas jornadas hasta que retornó el invierno y los pájaros, como les sucedía a los tehuelches, se veían obligados a abandonar el lugar. La ancestral fábula termina describiendo cómo la octogenaria hechicera acabó muriendo y, del suelo en el que pereció, surgió un arbusto espinoso cuyos frutos comestibles provocaron que animales y humanos jamás tuvieran que volver a abandonar esos lares.

La joya azul de la PatagoniaLa joya azul de la Patagonia - Foto: Óscar del HoyoEsas pequeñas bayas de las que habla el final del cuento, que se recolectan durante el verano austral y se utilizan en la repostería más tradicional como condimento de mermeladas, tartas y jaleas, surgen de unas asombrosas flores de pétalos amarillos y son muy parecidas -en cuanto a forma- a lo que en España conocemos como endrinas. De sabor agridulce y utilizadas desde la antigüedad para oscurecer el cuero cabelludo, teñir telas o como preparado natural para tratar de bajar la fiebre, son consideradas hoy como un excelente antioxidante y, en tiempos en los que todavía había territorios de América del Sur sin explorar, tenían cierto halo de misticismo, ya que estos peculiares frutos servían de alimento para aquellos intrépidos aventureros que decidían atravesar los hielos eternos cuando las provisiones se acababan.

Cualquiera que se acerque al Parque Nacional de los Glaciares durante los meses en los que estas bayas están maduras -enero y buena parte de febrero- podrá contemplar cómo muchos de los picos de los pájaros de la zona están teñidos de azul. Un azul oscuro que destaca en un enclave donde este hipnotizante color se exhibe con todo su esplendor, con mil y un matices, gracias a la genuina combinación de luz y hielo.

Este territorio único se ubica en la provincia argentina de Santa Cruz y se extiende por una superficie de 7.178 kilómetros cuadrados, teniendo al archiconocido Perito Moreno cómo su joya más representativa. La visita a este emblemático glaciar, para cualquier que decida cruzar el charco y apreciar uno de los lugares más espectaculares de Argentina, es una cita ineludible. Y es que por mucho que se hayan visto fotografías o documentales de lo que la Unesco considera Patrimonio de la Humanidad, solo la presencia física ante este coloso permitirá al avezado viajero contemplar todo su esplendor. 

La joya azul de la PatagoniaLa joya azul de la Patagonia - Foto: Óscar del HoyoEl turístico municipio de El Calafate es el centro neurálgico donde se hospedan los miles de visitantes que acuden cada año a este Parque Nacional. Desde allí, dos son las opciones más utilizadas para acercarse hasta el Perito: la ruta en autobús -de unos 70 kilómetros-, bordeando el denominado Lago Argentino y en la que se podrán divisar varias especies de fauna autóctona -como pumas, guanacos, cóndores y flamencos-, que también incluye un pequeño viaje en barco para contemplar la cara sur del glaciar, y que finaliza con la posibilidad de recorrer las espectaculares pasarelas que permiten apreciar la majestuosidad del glaciar; o la alternativa de hacer una travesía completa en ferry, atravesando el incomparable Canal de los Témpanos, así como el bucólico Lago Onelli, y pudiendo apreciar los glaciares Upsala (595 kilómetros cuadrados de superficie) y Viedma (575). Este periplo concluye en la cara norte del Perito. Ambas alternativas son complementarias y lo recomendable es destinar una jornada para cada ruta.

 

Truenos de cristal

¿Por qué el glaciar más bello de la Patagonia se denomina Perito Moreno? El nombre proviene de Francisco Pascasio Moreno (1852-1919), médico, naturalista y geógrafo argentino, considerado un héroe nacional tanto por sus memorables trabajos de investigación y sus notas de viaje como por su mediación en el controvertido tema limítrofe con Chile, de allí el apodo de Perito. Una de las particularidades más sorprendentes de esta gigantesca masa de hielo es su movimiento. Mientras la gran mayoría de los glaciares retrocede, éste avanza de manera continúa, provocando la ruptura y el intermitente desprendimiento de inconmensurables bloques de hielo, cuya caída desencadena un sonido similar al atronador aviso que se produce momentos antes de que arrecie una tormenta. El espectáculo natural que se registra durante los meses más cálidos de la primavera y el verano austral -las mejores fechas para visitarlo- será difícil del olvidar, ya que el desplome de los formidables témpanos azules, que en ocasiones tienen el tamaño de un edificio de 10 plantas, se desencadena constantemente. Se trata, sin ningún género de dudas, de uno de los espectáculos más impresionantes que puede ofrecer la naturaleza.

El interminable laberinto de pasarelas que se ubica a escasos metros de la punta del glaciar, cuyo frente supera con creces los 60 metros sobre el nivel del agua en su altura máxima y se hunde unos 140 por debajo, es extraordinario y estremecedor. Un fenómeno que algunos ya han bautizado como el Gran Desprendimiento. 

Considerado la octava maravilla del mundo, el Perito Moreno es el único glaciar de la Patagonia que hasta la fecha solo ha experimentado puntuales retrocesos, todo lo contrario que están registrando otros glaciares. Los expertos dicen que el avance de esta imponente masa de hielo puede situarse en torno al metro y medio de puesta a puesta de sol.

 

Caminando sobre hielo

Una de las opciones más interesantes que se proponen en este maravilloso enclave es la posibilidad de realizar un singular recorrido -allí lo llaman minitrekking- sobre la superficie del glaciar. La mayoría de las empresas ofrecen dos alternativas; el circuito corto, con una duración de dos horas, o el denominado Big Ice, cuyo paseo se puede llegar a prolongar en torno a las cuatro. Ambas excursiones comienzan tras embarcar en un gran bote al visitante observar la extensa masa de hielo desde diferentes perspectivas. Las vistas son únicas. Inigualables. Lugares para reposar y contemplar un terruño que hace millones de años se encontraba por debajo del mar y que emergió a la superficie tras colisionar las dos placas tectónicas que levantaron los Andes. Un paisaje especial en el que contrastan las infinitas gamas de azul del hielo con el inusual color blanquecino de las aguas del lago; una extraña tonalidad provocada por el alto índice de mineralización que contiene. Aunque es difícil de ver, aquellos que han podido apreciarlo in situ coinciden en que la ruptura del puente de hielo que se forma en la punta del Perito es única.

La joya azul de la PatagoniaLa joya azul de la Patagonia - Foto: Óscar del HoyoEste túnel natural acaba sucumbiendo cada cierto tiempo por la presión que ejercen las corrientes de agua, que produce múltiples filtraciones que finalmente acaban quebrando la conexión existente entre el hielo del glaciar y la tierra. El estruendo que se genera, cuando el arco acaba cediendo, resulta inquietante.

Muchas son las personas que tienen su bautismo de hielo en el marco incomparable del Perito Moreno, ya que nunca antes habían pisado la superficie de un glaciar. Acompañados de un guía del concesionario de Parques Nacionales en todo momento, los valientes aventureros aprenderán primero a ponerse los crampones -pieza de metal con púas que se sujeta a la suela de la bota para no perder el equilibrio- y recibirán las indicaciones de cómo se tienen que mover a lo largo del itinerario, con la finalidad de evitar lesiones y caídas. Y es que muy pronto, las lentas y timoratas zancadas sobre el universo de hielo darán paso a movimientos más armónicos y seguros.

La caminata, donde los sentidos se agudizan de una manera extraordinaria, se desarrollará por una parte del glaciar en la que se podrán apreciar pequeñas lagunas con un generoso abanico de azules, profundos sumideros de un intenso añil por los que discurren aguas cristalinas, y una visión única e incomparable de una buena parte del Perito desde su nivel más elevado.

El recorrido siempre concluye, como marca la tradición, con la toma de un merecido vaso de whisky, cuyos hielos provienen de las paredes del imponente glaciar. Un agradecido final sobre todo en los días en los que el mercurio del termómetro no abandona el signo negativo.

 

Diamantes azules

Los glaciares se generan en áreas donde se acumula más nieve en invierno que la que se funde durante los meses estivales. Cuando las temperaturas se establecen por debajo del llamado punto de congelación, la nieve caída cambia radicalmente su estructura, ya que la evaporación y recondensación del agua causan la recristalización para generar granos de hielo de menor tamaño y deforma esférica. A este tipo de nieve solidificada se la conoce como neviza. A medida que los copos se van depositando y se convierten en neviza, las capas inferiores son sometidas a presiones cada vez más fuertes. Cuando los estratos de hielo y nieve tienen espesores que alcanzan varias decenas de metros, el peso es tal que la neviza empieza a desarrollar cristales cada vez más grandes.

En los glaciares, donde la fusión se da en la zona de acumulación, la nieve puede convertirse en hielo a través de la fusión, que se puede registrar en períodos que se prolongan por varios años. En la Antártida, donde la fusión es muy lenta o no existe, la compactación que convierte la nieve en hielo puede tardar incluso siglos. La enorme presión sobre los cristales de hielo hace que éstos tengan una deformación plástica, cuyo comportamiento provoca que los glaciares se muevan lentamente bajo la fuerza de la gravedad como si se tratase de un enorme flujo de tierra.

Teniendo en cuenta que cerca del 10 por ciento del planeta está cubierto de estas enormes superficies congeladas, que almacenan unos 33 millones de kilómetros cúbicos de agua dulce, la importancia de su conservación es vital para el futuro de la Tierra. Greenpeace ya ha advertido que los hielos de la Patagonia argentina y chilena, la mayor masa del hemisferio Sur tras la Antártida, se derriten más rápido que cualquier otro glaciar en el mundo, lo que ha provocado un considerable aumento en el nivel del mar. Este rápido proceso deja patente que el cambio climático se ha consolidado y que, si no se toman las medidas oportunas, estos inmensos diamantes azules estarán condenados a desaparecer, igual que el hombre.