Ureña pago los platos rotos de la 'mansada' de Alcurrucén

P.J.G
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El diestro murciano sufrió un pitonazo en el ojo izquierdo de pronóstico reservado y Marín paseó la única oreja de la tarde

La factoría Alcurrucén, la ganadería que es fija en el abono en corridas de toros, como El Cortijillo en novilladas, desde que está la actual empresa al frente del coso, dio ayer la de arena, con un saldo ganadero de los buenos, con toros para todos los gustos, desde el nacido en diciembre de 2012 -a falta sólo de tres meses para cumplir los seis años- hasta la mayoría del año 2013 y con el más pequeñín, en edad, de abril de 2014. Una escalera de edades que tuvo como resultado una desigualdad en la presentación y, desgraciadamente, en lo único que coincidieron los astados fue en la mansedumbre que llevaban dentro, con el resultado de los seis toros pitados en el arrastre. En este río de mansedumbre, a Marín le tocó el más potable, un encastado tercero, al que realizó una seria faena que le valió para cortar la única oreja de la tarde. Mientras que la cruz fue para Ureña, quien en los enrazados lances de recibo al cuarto de la tarde, un buey de 622 kilos, recibió un pitonazo en el ojo izquierdo del que tuvo que ser atendido en la enfermería por «traumatismo peri-ocular izquierdo por asta de toro. Presenta importante hematoma que impide la apertura del ojo. Pronóstico reservado. Pendiente de valoración oftalmológica para lo que se envía a Hospital General», recogió el parte médico firmado por el doctor González Masegosa, cuyo equipo médico aún intervino anoche al diestro.

La mala suerte de Ureña. Todo lo que le sobra a Paco Ureña de buen torero es lo que le falta de suerte. y, desgraciadamente, ayer se volvió a demostrar en la plaza de toros de Albacete. Con el que abrió plaza, se vio a un torero firme y con mucha verdad ante un astado manso, soso, parado, con el que el diestro fue fiel a su doctrina, la seriedad que le acompaña cada tarde que se viste de torero y la vergüenza torera que tanto falta en otros departamentos de esta Fiesta Nacional. Tras unas manoletinas ajustadas pinchó antes de dejar una estocada y fue ovacionado.  

La primera parte del festejo transcurrió marcada por la mansedumbre del ganado y la esperanza era que el panorama cambiase tras la merienda. Pero no fue así, lo que no fue impedimento para que Ureña salió con la misma decisión y actitud, pero en los lances de recibo llegó el fatal desenlace, con los suficientes reflejos el diestro para soltar el capote y saltar al callejón, evitando quedarse a disposición del astado. Fue atendido y lejos de acudir a la enfermería, más sabiendo lo que le esperaba en el ruedo, volvió a tirar de la vergüenza torera que tiene y otra vez, ante un toro manso, sin clase ni entrega, toreó con mucha verdad y firmeza para aguantar las paradas y algún derrote del mal Núñez. El fallo con los aceros fue lo de menos, demás hizo, destacando en este pasaje a Ginés Marín, quien, mientras se esperaba para que el toro doblase, estuvo junto al diestro murciano y cuando el toro -por fin- murió le acompañó hasta la puerta del patio de cuadrillas en un gesto de compañerismo que faltó a quien entonces quedaba como director de lidia, el toledano Álvaro Lorenzo.

El extremeño Ginés Marín fue el que salió mejor parado de la tarde, porque el feo toro que hizo tercero, sin remate alguno por detrás, dentro de la mansedumbre que sacaron todos los toros de Alcurrucén, sacó ese punto de casta en la muleta que permitió al diestro ligar los muletazos en series intensas y con calado, con mucha firmeza por parte del torero, que finalizó su labor con unas ajustadas bernadinas y después dejó una estocada que le valió para pasear una oreja, la única de la gris tarde.

Con el que cerró plaza, huido en el capote, sin emplearse en el caballo y esperando en banderillas, estuvo más desconfiado en su faena, llena de series en las que ligó, pero sin ajuste ni calado, alargando en exceso su labor, porque con lo que tenía dentro el toro, tampoco era para alargar tanto ni la faena ni el fin de una tarde marcada por el mal ganado.

Lorenzo, desigual. Los toros sueltos de salida van en el encaste Núñez, pero lo de huidos y sin entrega en los primeros tercios no y eso nos privó ver uno de los mejores capotes que hay en la actualidad, que es el de Álvaro Lorenzo, que tuvo una tarde desigual. Voluntarioso estuvo ante su primer enemigo, un toro que se quedaba corto y reponía rápido, y vio cómo le tropezó demasiadas veces la muleta, lo que deslució e hizo que su labor no fuese a más. Mal iba la primera parte del festejo, que tuvo el añadido de un antitaruino que saltó al ruedo. Para olvidar.

Mayor disposición tuvo Lorenzo ante el quinto de la tarde, un toro huido hacia toriles y allí, en el terreno que el toro quiso, llegó una faena más intensa, con series ligadas y mayor firmeza, pero lo emborronó todo con la espada.