Navidades negras

Carlos Dávila
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Los expertos creen que antes de fin de año se anunciarán como efectivas al menos dos o tres vacunas, lo que no impedirá que 2020 se quede sin fiestas

La comunidad científica mantiene que, para julio de 2021, una gran parte de la población habrá sido ya inmunizada. - Foto: Andreas Gebert

Una ola de optimismo irrefrenable ha sacudido el mundo entero con el anuncio de la vacuna de Pfizer contra el maldito coronavirus. Pasado el primer espasmo de satisfacción, comienza un período de sensatez en el que los científicos (al menos a los que este cronista ha consultado) intentan, como se suele decir coloquialmente poner las cosas en su contexto, aunque de ninguna manera restan importancia y trascendencia a lo anunciado por la farmaceútica norteamericana. Es muy posible -me informan- que en los próximos días, desde luego antes de fin de año, se anuncien como muy positivas al menos dos o tres de las vacunas con las que se está trabajando. Concretamente, se refieren la de Moderna, que es fruto de un consorcio público-privado en el que desempeñan un papel preponderante los institutos nacionales de Salud, de Bethesta, en Estados Unidos. Otra es la de Janssen, que también tiene su modelo muy avanzado en lo que los técnicos denominan fase 3, es decir, aquella en la que ya muchos voluntarios han recibido dosis con un resultado inmunitario aceptable. Actualmente hay 10 trabajos más o menos colocados en esta fase, por lo que parece probable -me dicen- que todos ellos sean presentados en la sociedad científica mundial con grandes visos de verosimilitud.

Desde luego la primera vacuna supera con creces los índices de fiabilidad que exigen las normas sanitarias internacionales. Para que nos hagamos una idea: estas normas definen como «vacunas aceptables» todas aquellas que sobrepasan el 50 por ciento de seguridad. La de la gripe, sin ir más lejos, está por debajo del índice que ha presentado Pfizer. No entraremos en detalles técnicos que no son objeto de una crónica de estas características, pero sí debemos recoger la opinión de los científicos antedichos. Dado -refieren- que la vacuna ya expuesta y alguna otra más están obtenidas por un proceso químico y no biológico, se entienden perfectamente la rapidez en su ejecución, hasta el punto de que estos científicos se asombran de que el anuncio de la farmaceútica haya causado conmoción general. 

«Lo estábamos esperando de un día para otro», señalan. ¿Qué ha sucedido entonces? Pues, al parecer, que el éxito ha sorprendido incluso a la propia empresa, que no esperaba una fiabilidad del 90 por ciento. Ahora bien: los epidemiólogos esperan que la sociedad presente sus propios datos, que no han sido publicados en ninguna revista acreditada, por ejemplo Lancet. La fase 3 no se ha culminado todavía y la inicial pregunta que resta por responderse es esta: ¿por qué se ha realizado la exposición antes de terminar este período?

Aquí caben todas la especulaciones, desde las técnicas a las políticas. La duda que algún periódico norteamericano plantea es si Pfizer ha esperado al desenlace de las elecciones presidenciales para efectuar su anuncio, no fuera a ser que Trump, que había advertido que antes del 31 de diciembre habría vacuna, se favoreciera de la confirmación de su propaganda electoral. La farmaceútica lo ha negado con rotundidad porque, en palabras de su consejero delegado, «esto no es política, es ciencia». 

Para ellos, los ejecutivos de la empresa, lo importante es que sus trabajos son realmente buenos. Y eso, en el campo de las vacunas es extraordinariamente relevante porque, como suele asegurar un epidemiólogo que lleva laborando en este ámbito tres centenas de año: «Las vacunas son como las piedras, unas son buenas y otras son las del río». 

Cuando se pregunta a los expertos cuántas dosis habrá en el mercado para poder inyectar a todos los habitantes del planeta, ellos aventuran lo siguiente: «Si todo marcha bien, en julio podremos disponer de tres mil millones».

Resultaba imprescindible articular este largo exordio para, a continuación, recoger también las respuestas que formulan los científicos a las preguntas apremiantes de todos los legos que aún no relevados del inmenso daño que nos ha hecho la COVID-19. Son cuatro las cuestiones que, de común, aparecen en nuestras conversaciones. Una: ¿cuándo nos podremos vacunar? Dos: ¿quiénes se vacunarán antes? Tres: ¿quién establecerá la prevalencia para ordenarlas? Y, cuatro, ya a corto plazo, ¿cómo pasaremos las próximas Navidades? Las tres primeras cuestiones tienen una contestación rápida: lo probable es que ya en julio una gran parte de la población haya sido inmunizada, serán los sanitarios y las personas de riesgo las primeras que recibirán sus dosis, y los gobiernos quienes establezcan las prioridades.

Malos presagios

Respecto a la última pregunta, no hay buenas noticias. Si este cronista se acoge al dictamen unánime de los consultados, debe transmitir esto: «La Navidad está perdida», serán unas Navidades negras. O se produce una ralentización universal de los contagios, algo que nadie espera a corto plazo, o pasaremos las fiestas con muchas limitaciones. Es más, algún que otro científico se inclina por aprovechar el período de asueto de estas conmemoraciones para realizar un confinamiento un poco más duro del que ahora padecemos. 

La impresión es que en las próximas semanas no se va a producir una bajada muy estimable de los contagios, ni siquiera contando con las medidas precautorias que ya se han adoptado que, en todo caso, han resultado tardías y escasas. Como mejor noticia, cabe señalar que, desde luego y por lo menos en España, el Gobierno no tiene la menor intención de plantear una confinamiento general al estilo de la pasada primavera. «Eso -advierte el ministro Illa- no entra en nuestros propósitos». Hay otra constancia que nos debe tranquilizar: España, a diferencia de lo que ocurrió en la primavera, no está sola. En este viaje vamos de la mano de Europa, lo cual quiere decir que será la Unión, y no un Fernando Simón cualquiera, quien nos provea de los instrumentos para derrotar de una vez por todas al virus. 

Como afirma uno de nuestro expertos: «Si queremos que las Navidades de 2021 vuelvan a ser las mismas de siempre, nos tendremos que sacrificar en estas Navidades de 2020». Navidades negras desde luego, pero que con el reciente anuncio de la primera vacuna disponible en un breve período de tiempo, no serán tan negras como las que presumíamos hace solamente un mes. Hay que acogerse a nuestro dicho de cabecera: «A grades males, grandes remedios». Y el remedio, ya está con nosotros.