La puerta grande fue tan artificial como la luz del festejo

P.J.G
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El diestro francés paseó dos exageradas orejas del cuarto astado de la tarde, que fue la excepción de un descastado encierro de la ganadería de Montalvo

Pasaje de una faena de Castella. - Foto: Rubén Serrallé

En ocasiones, el árbol no nos deja ver el bosque y lo que es una excepción ensombrece a la cruda realidad, pero llega un punto en que ese eclipse desaparece, como sucedió ayer en la décima y última de abono, donde el árbol del exagerado triunfo de dos orejas y puerta grande logrado por Castella no tapó el bosque de otro festejo lleno de toros descastados, mansos, que se cargaron un nuevo espectáculo y en esta edición se contabilizan unos cuantos. El triunfo de Castella ante el cuarto de la tarde, el único potable del encierro, fue tan artificial como la luz que alumbró el festejo desde cuando ya estaba el segundo toro en el ruedo. Y ese bosque descastado de Montalvo dejó a los espectadores con las ganas de poder ver a dos de los toreros más esperados del abono, Paco Ureña y Pablo Aguado, cuyas presencias generaron gran expectación, pero ya conocen el dicho y cuando así es en muchas ocasiones todo acaba en decepción.
La puesta en escena no pudo ser mejor, con un público entregado, quizás por lo que esperaban de la última tarde de una Feria Taurina que marchaba con tono gris. Acabado el paseíllo las palmas del público obligaron a salir a saludar a un emocionado Paco Ureña, un torero con mucha verdad que el año pasado sufrió el desagradable percance recordado por todos. Y Ureña, en un gesto que le honra, tras recoger esa merecida ovación, hizo salir también a sus compañeros.

(CRÓNICA COMPLETA EN EDICIÓN IMPRESA)