Comicios autonómicos en clave nacional

Pilar Cernuda
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Los grandes partidos asisten con enorme interés al veredicto de las urnas en Galicia y País Vasco, ya que entienden que la ciudadanía valorará también su papel en Madrid en la gestión de la pandemia

Comicios autonómicos en clave nacional - Foto: JON BERNARDEZ

Mañana se celebran las elecciones en las que gallegos y vascos deben elegir a sus nuevos presidentes, que según todos los sondeos no serán nuevos:Urkullu y Feijóo verán cómo son reelegidos. 

El vizcaíno, con más escaños que en la legislatura que acaba, necesitará acuerdos de investidura y Gobierno previsiblemente con los socialistas como hizo en la ocasión anterior, mientras el orensano siempre se ha visto obligado a mayorías absolutas porque si no la consigue, el resto de las fuerzas, todas ellas de izquierda, se unen para desplazar al candidato popular, como le ocurrió a Fraga. 

Feijóo, siempre según los sondeos, va sobrado, supera por tres o cuatro escaños la mayoría absoluta, aunque la mejor encuesta es siempre el resultado de las urnas. Ni Vox ni Ciudadanos han conseguido hasta ahora tener escaño en Galicia, y tampoco parece que las cosas se les hayan puesto mejor en esta ocasión, pero...

El 12-J se ha convertido en una cita que trasciende los territorios gallego y vasco. Para los socialistas sería grave no ser segunda fuerza en Santiago, donde en 2016 Podemos y sus Mareas tuvieron más votos pero igual número de escaños; como sería grave asentarse como tercera fuerza en el País Vasco y no conseguir en esta ocasión volver a la segunda posición, ocupada hoy por Bildu. 

Para el PP es clave que Carlos Iturgaiz tenga un resultado aceptable. Imposible repetir el de Alfonso Alonso hace cuatro años, nueve escaños, pero cualquier cifra inferior a siete sería un fracaso rotundo. Y, para preocupación de los populares, no es fácil que alcancen esa cifra con Carlos Iturgaiz como candidato a lendakari y con el partido destrozado por varios años de intrigas y tensiones internas, que han provocado fugas de dirigentes y también de votos.

Aparte de estas cuestiones que son habituales en la vida de los partidos, y que, evidentemente, se reflejan en las urnas, como también tiene mucho que ver en los resultados la personalidad y la biografía de los candidatos, en esta ocasión interviene un factor que no se daba en ocasiones anteriores: una pandemia que ha dejado más de 30.000 víctimas mortales, que ha tenido a los españoles confinados durante tres meses y que continúan con el dolor y con la angustia en el cuerpo. Invadidos, además, por la incertidumbre sanitaria, laboral y económica, y que no pueden dejar de tenerla presente porque tanto en Galicia como en Euskadi tienen muy presente la gestión que han hechos sus respectivos gobiernos respecto al coronavirus -y en el País Vasco respecto al vertedero de Zaldívar y los dos cuerpos que no se han podido rescatar- y también a los brotes que han aparecido en los últimos días. 

Brotes utilizados por la oposición, sobre todo en Galicia, para poner en duda la oportunidad de celebrar ahora las elecciones. En esta comunidad autónoma, todos los partidos de izquierdas han exigido el aplazamiento electoral y es previsible que si no les gustan excesivamente los resultados pretendan invalidar las elecciones en la comarca de La Mariña.

En Ferraz con La Moncloa, Génova, Ventas, Bambú o Princesa, sedes de los partidos nacionales, el 12-J se vivirá en clave nacional, saben sus dirigentes que la noche electoral será analizada teniendo en cuenta cómo afecta al PSOE, PP, Ciudadanos, Vox y Podemos y, lo que es más significativo, lo que tiene más morbo, cómo afecta al futuro de sus actuales líderes.

Ningún dirigente nacional ha hecho un esfuerzo exhaustivo en la campaña, han participado lo justo; lo justo para que no se considerase que no apoyaban suficientemente a sus candidatos. En ocasiones anteriores la presencia de los dirigentes nacionales era prácticamente diaria, y ahora no ha sido ese el caso.

Pedro Sánchez ni se plantea que Gonzalo Caballero en Galicia o Idoia Mendia puedan convertirse en presidentes de Galicia o Euskadi, pero si mañana el pontevedrés no logra la segunda plaza en su región, su carrera política habrá durado muy poco. 

Iglesias, muy ‘tocado’

Ya fue demoledor para el PSOE gallego y nacional que los morados le ganaran en las elecciones anteriores, y Sánchez, casi más que Caballero, necesita recuperar el segundo lugar como sea. En esta ocasión el rival es el BNG y no Podemos y Mareas, de capa caída, casi desaparecidos en el combate que se ha producido el último año entre las fuerzas que formaban parte de la amalgama podemita, que quedó aún más perjudicada cuando Podemos entró en el Gobierno y su líder indiscutible, Pablo Iglesias, mostró la cara que tenía oculta: ansias de poder que anteponía al ideario del partido, pasión por adoptar los modos maneras de «la casta», amiguísimo exacerbado y delación de promesas que para sus seguidores eran esenciales, y que Iglesias ha defendido con la boca pequeña para permitir, después, que Sánchez las dejara de lado. Encima se ha cruzado el caso Dina, cada día más enredado por mentiras, contradicciones, ocultación inadmisible de datos claves para la investigación y tintes machistas inaceptables. El dirigente vallecano está muy tocado antes incluso de las elecciones gallegas y vascas, donde las Mareas son hoy prácticamente inexistentes. Yes que el BNG ha vuelto con fuerza y esa vuelta afecta a Podemos pero también al PSOE. 

Cuenta además el Bloque con una candidata, Ana Pontón, que se ha revelado como una política con verbo encendido, lenguaje que todo el mundo comprende y, lo que es más importante, muy pegada a la calle, a la ciudadanía. Por mucho que la ministra Yolanda Díaz se haya volcado para pedir el voto, En Común no engancha como Las Mareas y mañana por la noche no solo se mirará al candidato de esta formación, Gómez Reino, sino a Pablo Iglesias y su decepcionante trayectoria en los últimos años.

De la misma manera que Sánchez e Iglesias miran de reojo a Galicia y País Vasco, sobre todo a Galicia porque la fuerza del nacionalismo en Euskadi hace aceptable que los resultados de los partidos nacionales no sean relevantes, también Pablo Casado está muy pendiente. En su caso, también en el País Vasco, donde ha hecho una apuesta muy fuerte, personal más que política, al presentar como candidato a Iturgaiz, un hombre de larga trayectoria, querido entre los votantes populares... pero votantes más del pasado que del presente.

Las dudas de Casado

El palentino tuvo enfrentamientos con el anterior presidente del PP, Alfonso Alonso, casi desde el momento en el que ganó las primarias. En vez de sosegar las cosas, los dos tensionaron tanto la cuerda que, ante una actitud excesivamente rebelde del exministro de Sanidad, Casado le fulminó y designó a Iturgaiz candidato, una decisión muy cuestionada. En Génova se da por hecho que no se repetirá el resultado anterior, nueve escaños, que ya fue malo respecto a los anteriores. No llegar ni siquiera a esa cifra, pondrá al líder de los conservadores en una situación muy delicada ante una militancia que no acaba de entusiasmarse con su presidente, que ha ido de decepción en decepción.

Nada que ver con Galicia, donde Núñez Feijóo, a no ser que ocurra una catástrofe, revalidará e incluso superará la mayoría absoluta. Sea cual sea el resultado, es problemático para su jefe. Es evidente que desea seriamente que su compañero de partido venza ampliamente en su tierra, pero sabe el castellano y leonés que, de no hacerlo, se haría responsable del fracaso a la dirección nacional, que no acaba de cuajar, incluido el propio Casado. Pero si gana, como todo indica que va a suceder, aunque se muestre tranquilo respecto a su liderazgo y el orensano no ha pronunciado una sola palabra respecto a que contemple dar el salto nacional, se abre la espita para la especulación, sobre todo si el PP continúa con el inexplicable perfil bajo que ha mantenido hasta ahora. 

Tan es así que días atrás, un miembro destacado de Génova al que se le planteaba el escenario de que si continúa la legislatura hasta el final, antes de ese final debería celebrarse el Congreso del PP y podría producirse un cambio respecto a la situación anterior y Feijóo decidiera dar el paso, respondía que no había por qué celebrar la cita antes de las nuevas elecciones. 

La suerte está echada. La noche de mañana se vivirá con nervios en las sedes gallegas del PP, PSOE, BNG, En Común, Vox y Ciudadanos, y en las vascas del PNV, EH Bildu, PSOE y PP. Pero esos nervios se sufrirán con igual o más intensidad en las sedes nacionales de esos mismos partidos excepto de los nacionalistas. Lo que digan las urnas vascas y gallegas repercutirán sensiblemente en el resto de España.