El hombre que imaginó el siglo XXI

Rodrigo P. Miguel
-

Philip K. Dick, cuya obra 'Fluyan mis lágrimas, dijo el policía' ha sido reeditada por Minotauro, dejó para siempre un gran legado en la cultura pop, más de moda que nunca

El día 17 de enero de 1982, aquejado de problemas de visión tras una entrevista, el novelista Philip K. Dick llama a su médico. Este le recomienda acudir de inmediato a urgencias para una evaluación. Nunca llegó al hospital. Sus amigos lo encontraron inconsciente al día siguiente en su piso. Había padecido un derrame cerebral. Ocho días después, sufre otro, esta vez masivo, que lo deja en estado de muerte cerebral. Cinco días más tarde su familia tomaba la dolorosa decisión de desconectarlo del soporte vital. El 2 de marzo de 1982 y sin siquiera imaginar la enorme huella que dejaría en la cultura pop de los siglos XX y XXI, moría Philip K. Dick. Uno de los creadores más influyentes para el cine, literatura, cómic y videojuego, de todos los tiempos.

Tres meses después, el estreno de Blade runner, basado en una novela suya, descubriría al mundo el rico imaginario del escritor. Tras esta adaptación vendrían decenas más. Desafío Total, Minority Report, Una mirada a la oscuridad o Paychek, por citar algunas. Pero la influencia de Dick va mucho -muchísimomás allá. Una innumerable cantidad de obras capitales de la cultura pop de los últimos 40 años beben de su influencia. Matrix, Ghost in the shell, El show de Truman o Inception no se entenderían sin el influjo de Dick.

Los cómics, los videojuegos, la literatura e, incluso, la filosofía han sido influenciadas en mayor o menor medida por su genialidad. En esencia plantó el germen para vertebrar la manera de entender el entretenimiento de todo un siglo. Algo de lo que ningún otro escritor ha podido o podrá presumir jamás.

La considerable obra literaria del de Chicago, casi 40 novelas y más de 100 relatos, esta intrínsecamente ligada a su tormentosa vida privada. Adicto a las drogas, paranoico, casado hasta en cinco ocasiones, era compulsivo en todo aquello que hacía.

A veces cruzaba la línea entre creador y personaje asemejándose peligrosamente a uno de sus antihéroes característicos. Unos improbables protagonistas superados por las circunstancias, bajo el yugo de un estamento superior hermético que no comprenden. Aunque también podría verse bajo otro prisma. Hombres corrientes haciendo algo fuera de lo común. Algo en lo que podría, sin duda alguna, encuadrarse al propio escritor. Numerosos estudios y novelas se han acercado a la figura de Dick, destacando la maravillosa Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, de Emmanuel Carrere. Quizás el estudio más certero sobre el escritor californiano. Aunque quizás para desmenuzar al hombre, hay que abordar su obra.

Philip K. Dick comenzó a escribir en su infancia como vía de escape ante un mundo que le era hostil e incomprensible. En la universidad empezó a vender sus primeros relatos de ciencia ficción, los cuales le convirtieron en el niño prodigio entre las revistas pulp de la época. Su ambición era ser un escritor de los considerados serios y trascender en el mainstream. La fama arrolladora de sus novelas y relatos de esta temática distópica y pesimista le superaron. Y quizás por ese estigma de escritor de género, sus novelas fuera de esa temática como la notable Confesiones de un artista de mierda no cosecharon apenas éxito.

Su anhelo por saltar fuera de la literatura de ciencia ficción jamás llegó a cristalizar. Algo que le llevó a un estado depresivo crónico a partir de la treintena. La genialidad como castigo en una mente que iba volviéndose más compleja con cada nueva adicción superada y con cada recaída posterior.

Su obra evolucionó desde una inocencia casi naif en los años 50 hasta las disquisiciones teosóficas de sus tres últimas novelas. Sin embargo, algunos temas siempre estuvieron presentes como elemento sustancial. El hombre frente al estamento invisible, la imposibilidad de distinguir qué es real y qué no lo es, la decadencia de una sociedad conducida al desastre.

Temáticas de difícil manejo en unas manos no tan hábiles como las de Dick. Su habilidad innata le llevó a ganar decenas de premios a lo largo de su carrera. La novela El hombre en el Castillo -adaptada exitosamente para Amazon Prime- le granjeó el premio Hugo, considerado el Oscar de la ciencia ficción. Otras obras como la recién editada por Minotauro Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, o Ubik, se llevaron decenas de premios y reconocimientos. Un año después de su muerte, en 1983, se crearían los Premios Philip K. Dick, dedicados a premiar la mejor novela de ciencia ficción editada cada año y a honrar la memoria del novelista. Algo que los lectores tienen fácil ya que La Biblioteca Philip K. Dick, dentro de la editorialMinotauro, tiene editada la práctica totalidad de novelas y cuentos del autor.