La terna se marchó de vacío en la primera novillada del abono, en la que se lidió una novillada de Buenavista que tuvo en el segundo y, sobre todo, en el quinto a los mejores del encierro, cumpliéndose la máxima taurina de que no hay quinto malo. Fue un menú novilleril con poco que degustar por parte de la terna -y de los espectadores- y, curiosamente, los dos mejores platos se los llevó el local Filiberto, con el lote más propicio, al que no pudo sacar todo el sabor por su persistente fallo con los aceros - al igual que le sucedió a sus compañeros con piezas menos exquisitas-. Además, Filiberto se quedó con un sabor agridulce, ya que se endulzó con las faenas a sus dos novillos, los mejores del encierro, y se llevó la parte amarga cuando, tras pinchar al quinto de la tarde se perfiló para ejecutar la suerte suprema y salió prendido, con una cornada de 15 centímetros en el gemelo de la pierna derecha, de la que tuvo que ser intervenido en la enfermería; curiosamente, por el doctor Pascual González Masegosa, a quien, minutos antes, brindó su faena. Tras la operación fue trasladado a la Clínica Santa Cristina de la capital. Así transcurrió la tarde, entre el poco juego de los astados y el fallo con los aceros de los novilleros, que lo más que llegaron a lograr fueron tres ovaciones: una para Francisco Javier España y dos para Filiberto, algo que no sació ni a los novilleros ni al respetable, en una novillada que no pasará a la historia, por fas o por nefas. suerte desigual. El local Filiberto fue el más agraciado en el sorteo, porque a él le correspondieron los dos mejores novillos del encierro de Buenavista, muy bonito para el torero -ahora entendemos la ausencia del hierro de Pedrés, que se lo ganó en el ruedo el año pasado-. Filiberto tuvo en su mano el triunfo, pero el mal manejo de los aceros le dejó con la miel en los labios, ya que de estar certero hubiese paseado más de un apéndice. Con el primero de su lote, un novillo noble y con entrega, Filiberto tuvo lances con gusto a la verónica y se vivió un intenso tercio de quites entre él y Lorenzo, el único pique novilleril de toda la tarde. Con la muleta, a un toro que tomó con celo el engaño le realizó una faena que tuvo buenos pasajes, pero a la que le faltó consistencia y terminar de romper, ya que el novillero no acabó de acoplarse con el astado y apostó demasiado pronto por la distancia corta, cuando al novillo todavía le quedaba fuelle para aguantar más muletazos de mando y hondura. El público se calentó con el arrimón final, con dos circulares ajustados y unos ayudados para rematar la faena. Sólo el fallo a espadas le privó de pasear un apéndice. La tarde, con la excepción del segundo, transcurría por un camino de tedio, con poco sabor, hasta que saltó al ruedo el bonito quinto, que aderezó con su casta, nobleza y entrega algo el menú novilleril, algo por lo que ningún chef hubiese apostado viendo su comportamiento en los dos primeros tercios, sin fijeza, descompuesto y con poca sal en su aliño de toro. Todo cambió en la muleta, porque ahí sí hubo sal y pimienta por parte del astado, que tomó la muleta con franqueza, humillando, con entrega y repitiendo en las series que dibujó Filiberto, que fueron a más y tuvieron sus mejores pasajes en el toreo al natural; con más hondura y con más sabor, como merecía el novillo de Buenavista, que fue ovacionado en el arrastre. Todo estaba listo para el triunfo del local, pero otra vez se cruzó la espada en el camino, con cinco pinchazos hasta finiquitar al astado y con el añadido de que en la segunda entrada a matar fue prendido y herido. Por eso fue un menú agridulce para Filiberto, porque pasó de poder saborear miel del triunfo a la desagradable hiel de la cogida. los arrimones. Tanto Francisco José Espada como Álvaro Lorenzo tuvieron menos suerte en el sorteo y les tocó apechugar con los novillos más descastados, sosos y sin clase, por lo que ambos, en los pasajes finales de sus faenas optaron por los arrimones para calentar los tendidos, pero poco provecho sacaron, porque ambos, al igual que su compañero Filiberto, estuvieron poco certeros con los aceros. Espada solventó su papeleta con mucha voluntad y actitud ante el primero de su lote, con muletazos a media altura con la derecha y limpios naturales, aunque de uno en uno, antes del arrimón final, valiente en la distancia corta. Con el segundo de su lote, cuarto de la tarde, estuvo más descompuesto en su faena, con más ganas que efectividad y también se pegó un arrimón final antes de volver a fallar con los aceros. Francisco José Espada fue ovacionado tras despachar al primero de su lote y su labor al cuarto fue silenciada Álvaro Lorenzo se contagió de la sosería de sus enemigos y, aunque demostró buenas maneras, con algunos pasajes más meritorios, estuvo muy ventajista con sus dos astados y también estuvo desacertado con los aceros. Dos faenas con poco calada y que fueron silenciadas por el respetable. Otra vez será. Hasta la vista, Buenavista.