Pinar y Serrano pasean orejas de ley de mansos Samueles

PEDRO J. GARCÍA
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El diestro tobarreño estuvo valiente y con mucho oficio para cortar un apéndice al cuarto de la tarde y el capitalino se mostró firme y decidido para arrancar un trofeo

Los toreros locales dieron la cara y Rubén Pinar y Sergio Serrano, además, pasearon orejas de ley, las cortadas al cuarto y al segundo de la tarde, respectivamente, tras actuaciones marcadas por la línea del oficio, la firmeza y mucha verdad y entrega, que es la que pusieron estos toreros de la tierra que apenas contabilizan paseíllos, pero que aquí ayer, dieron la cara y salieron de la plaza con la cabeza bien alta, porque su resultado tiene más mérito si se tiene en cuenta que fue ante un encierro de Samuel Flores, de plaza de primera -los alcurrucenes y Garcigrandes terciados están reservados para las figuras.

Una corrida seria y astifina para tres matadores de la tierra que llegaban al festejo casi sin torear en esta temporada. El toro chico es para las figuras y el grande y presumiblemente manso -Samuel Flores debe pensar en poner remedio a la sangría de casta que tiene en el Palomar- es para los tres locales que hay que poner en el abono obligados por contrato. Sensibilidad empresarial nula con estos jóvenes de la tierra, pero con el añadido de que dos de la empresa son exmatadores de toros de Albacete que han olvidado con facilidad y que ahora dan fe de que no es lo mismo llamar a la puerta que levantarse a abrir.

el esfuerzo. Además, lo que duele es que el esfuerzo de Pinar y Serrano, con el premio de una oreja a ley para cada uno de ellos, tendrá la recompensa, en el abono del próximo año, de otro cartel local con una corrida de las denominadas duras, o verse anunciado con toros de Adolfo Martín o, simplemente, quedarse fuera de los carteles, que este año se ha cumplido con tres por obligación contractual y el que viene habrá que hacer lo propio con otros tres. Ojalá y me equivoque.

Rubén Pinar y Sergio Serrano son toreros y de Albacete y si a alguien le quedaba alguna duda la tarde de ayer la disipó, porque tanto el tobarreño como el capitalino, que apenas se visten de luces, dieron una lección de garra, entrega, firmeza y vergüenza torera ante toros por los que nadie apostaría y con los que gustaría ver a más de uno de los punteros del escalafón.

Sergio Serrano aparece perdido en el escalafón de matadores de toros, pero eso ayer dio igual, como cada tarde de los pasados años -salvo el pasado, que no le pusieron- en los que se anunció. Serrano tenía claro que la tarde de ayer era su única oportunidad y salió a aprovecharla con buenos lances de recibo a la verónica, una larga cambiada y la revolera, para completar su actuación con el percal con un quite por chicuelinas. Y con la muleta, decisión y firmeza desde el primer momento, sin dar ni un paso atrás, en su sitio, comenzando con los ajustadísimos pases cambiados en los medios. Muy enrazado arrancó los muletazos limpios y a media altura a un toro de Samuel Flores que no humilló ni se entregó en ningún momento, sobre todo por el izquierdo, por lo que cimentó su labor sobre la mano derecha. Esa buena labor la rubricó con una estocada que le valió para pasear la primera oreja del festejo.

Ante el quinto la disposición fue la misma, porque otro trofeo le hubiese abierto una puerta grande con sabor a gloria, pero ahí el toro, al que le recetó un gran puyazo Diego Ochoa, se encargó de que todo quedase en un querer y no poder, porque era imposible ligarle los muletazos a un astado que cuando menos te lo esperabas te ponía el pitón en el pecho, o reponía buscando, hasta que encontró cuando Serrano toreaba en la distancia corta y le prendió, aunque no llegó a herir. Fue imposible hacer más y su labor, tras fallar con los aceros y escuchar dos avisos, fue ovacionada.

Rubén Pinar paseó una oreja del cuarto y, al igual que Sergio Serrano, fue de ley, porque el tobarreño tuvo que luchar lo suyo para arrancarla, como los muletazos, a un toro manso y complicado que a las primeras de cambio, cuando le probaba, le puso los pitones en el pecho. No se amedrentó Pinar, sino todo lo contrario, que sacó su oficio, su poderío y su valor para sacar los muletazos al toro, sobre todo en la distancia corta, llegando a un arrimón de consideración, junto a tablas, en el tramo final. La rúbrica fue una estocada que hizo rodar al toro.

José María Arenas fue el tercer diestro local en discordia y a él se le notó más la inactividad, sobre todo ante el tercero de la tarde, con el que ni lució en banderillas. En ningún momento se acopló con el toro en una faena que se empeñó en cimentar sobre la derecha, cuando el astado tenía un pitón izquierdo de mejor condición. No hubo conjunción en ningún momento y lo mejor que dejo Arenas fue una certera estocada que hizo rodar pronto al toro.

Más arreado salió el diestro de Munera ante el sexto del encierro, un toro que repitió en el capote de un Arenas que, en esta ocasión, estuvo más certero en banderillas. Con la muleta lo intentó José María Arenas, pero era imposible ligar ante un toro manso que en el muletazo hacia afuera se marchaba suelto y que se recorrió toda la plaza. No fue posible hacer más y el diestro despachó con dos pinchazos y una estocada al ejemplar de Samuel Flores.